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136 CORRESPONDENCIA DE LA· M. ANGELES· CON' EL P, MARIANO seme inmediatamente para lo que le gocé en la noticia general de la Encar– nación o en el seno de la Trinidad. corrientes? Cuando recibí la primera, me fuí al coro bajo, y, como siempre, todo me parecía poco para prepararme debidamente para escuchar la voz de Dios y recibir la gracia que había encerrado en ella. Postrada en el suelo, en la presencia de mi Dios Uno y Trino y de mi Padre, practiqué el acto de humildad y me actué en el conocimiento propio y de la infinita excelencia de Dios, y así leí los primeros renglones y recibí la bendición, repitiendo 1a postración otras tres o cuatro veces, mientras leí la primera página, para tes– timoniar la sinceridad y viveza de mi fe y el amor y respeto que me merece la divina revelación y la Iglesia de Dios representada en su ministro. Las palabras de Jesús: "Mas no ruego por ellos solamente", etc. (26), me recora daron la aplicación que se me ha hecho de las mismas repetidas veces y 1a necesidad que he sentido siempre de completar mis relaciones sobrenatura– les con la dirección de la Iglesia Católica representada en su ministro. No pudo ser más visible e imperiosa la necesidad que sentí siempre de la direc– ción, intensificándose los apremios en los días y horas que gozaba mayor intimidad con Dios y me comunicaba sus gracias con más abundancia. Con– tinuamente repercutía en el fondo de mi ser una voz que decía: "Debe com– pletarme mi querida Esposa la santa Iglesia, busca la dirección, que en elia me hallarás completo, pero la dirección divina, la dirección verdad que sea una conmigo, como la Iglesia a quien representa." El demonio trabajó lo indecible contra esta vocación, puso en juego to– dos los resortes de su malicia para sustraerme a la dirección y apartarme de de eÍla, y consigu,ió su pretensión en todo y en parte, pues si no podía ale– jarme de los ministros de Dios absolutamente, procuraba impedir el fruto de la dirección con infinitas sugestiones directa y mediatamente, invocando en su apoyo los textos más sagrados de la Sda. Escritura. No sé si habrá otra alma a quien el demonio haya trabajado tanto contra la dirección y con as– tucia tanta, pues hasta de almas sólidamente virtuosas y santas se valió a ve– ces para retraerme de ella, y, lo que parece increíble, de mis Superiores re– presentantes de la misma Iglesia santa. Pero Nuestro Señor no desistió de su empeño, sino que me apremió cada vez más. · En febrero de 1919, cuando consulté la pri:111era vez al P. Arintero mi situación desesperante a causa de no entenclerme con el P. Alfonso, entre otras {26) J oan. XVII, 20.

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