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!1.32 CORRESPONDENCIA DE LA !\f. ANGELES CON EL P. MARIANO 12.,.......EI P. Alfonso fué el Director que más tranquilidad me procuró, después de V. R. Al principio me hizo sufrir mucho en el sentido que expli· qué en el Apéndice sobre la Dirección (1~) en el párrafo que se refiere a los directores incrédulos. Sin embargo, fuera de las horas, noches y días desesperantes dentro de la crisis de prueba, creo que Nustro Señor me fa. voreció mucho por su medio. Con frecuencia sus palabras penetraban en mi alma como fragmentos de la vida de Dios, o como brasas, y obraban maravillas, aunque no tenían nada de misteriosas, sino que eran las mismas que dirigía quizá a todas las religiosas, cualquiera que fuese su estado. Otras veces mientras le escuchaba no notaba nada, y muchas parecíame que estaba disipada, árida, etc,; pero en seguida de salir del confesonario sentía la presencia de la gracia que trabajaba en mi alma y me elevaba Dios en un enajenamiento o recogimiento extraordinario, y muchas veces reconocí el paso de Dios por mi alma, o sea comprendí que me había visi– tado en el confesonario, por los gérmenes de vida cuya influencia sentía. La forma de dirección que me aplicó parecía deficiente y que no res– pondía ~l principio sobrenatural. que animaba mi vida, ni· a mi vocación, a la vida de fe y unidad divinas. Y por esta causa padecí mucho en algunas ocasiones. Pero Nuestro Señor suplía muchas veces las deficiencias de la di– rección interviniendo directamente en la forma indicada; y me ayudó también mucho, muchísimo, las huellas y orientaciones que conservaba de la dirección ·de V. R., que fueron los que regularon mi conducta o vida interior, y como el centro de abastecimiento, pues aquí encontraba la vida; y las divinas comunicaciones que recibía continuamente, casi todas tenían relación con las de los años 1911, 1912, 1913, y eran como consecuencia de éstas y su complemento. Como indiqué, me ayudó muchísimo el cuadragesimal del año 1917, y sólo éste parecía suplir superabundantemente las deficiencias de la direccción del P. Alfonso. En lo que no vi la intervención de V. R. fué en el impulso que me arrastraba hacia el Calvario, y que fué uno de los fenómenos más salientes del período que gusté con mayor viveza la vida íntima de Dios. Especialmente a principios de enero de 1918, que yo vivía del cuadrage– simal no sólo de la primera parte, sí que también de la segunda, o sea de la vida y operaciones de la deífica humanidad de Jesús, y gustaba con vi– veza indecible la gloria de su alma divinizada, perdida en la divinidad y (13) Este tratadito se publicó como Apéndice a La vida espiritual, págs. 329-358. El párrafo sobre los directores incrédulos se lee en la página 351.

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