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CARTA CLXXVIII; 25-26 AGOSTO 1920. 131 tendido sobre esto, pero .todo fué in:útil. Quise aprovechar la énférmedad y ausencia del Padre para responder a lo que me parecía llamamiento de Dios, pero no me atreví; temí c~er en ilusiones si contrariaba la voluntad de mi Director . y perdí el tiempo inútilmente, porque no pude dedicarme a escribir, como el Padre me había mandado. Tal vez ·sería por mi culpa, pues no formé intención de escribir. A fines de verano, obligado por mis insistentes súplicas, mostróse el Padre dispuesto a concederme el permiso para un retiro de .ocho días, pero con esta condición: que al día siguiente me pusiera a escribir, y si no se me ocurría nada, dejase la pluma y me metiera· en los Ejercicios, o sea empezase la oración y continuase en este ejercicio por espacio de ocho días sin perjuicio dé mis obligaciones de Su– periora. 11.--Me disgustó la condición que me puso, y así se lo dije al Padre, y le pedí que me mandase absolutamente entrar en retiro, pues de lo con– trario perdería el pleito, porque no había dejado de escribir por faltarme [<leas, sino porque no estaba en condiciones. No me atendió, repitió lo mismo y perdí el pleito, porque sin esperar al día siguiente, en el momento que salí del confesonario se me oéurrieron infinitas cosas para escribir, y y aunque clamé y rogué, el Padre no me hizo caso. Me quedé, pues, sin Ejercicios. Y después que me quedé sola, no sé por qué continué mi vida inútil y relajada, desatendiendo el llamamient.o al retiro y oración. Mejor dicho, sentí en todo su peso la propia debilidad e incapacidad para responder a los designios de Dios sin el apoyo y protec– ción de la santa Igler,ia, personificada en uno de sus ministros competentes; y, como no me atreví a pedirlo, sufrí infinitas pérdidas y me alejé de mi Dios a distancias infinitas. El único fruto que saqué fué convencerme de la necesidad que tenía de la. dirección, y dirección verdad, para santificar– me y aun para salvarme. Esto lo conocí y experimenté cada vez más hasta que por divina disposición .fuí colocada nuevamente bajo la paternal direc– ción de mi Padre verdad. No recuerdo si le dije que tuve que luchar con los enemigos invisibles para .volver a su santa dirección, la que presentaba aspecto temible y de la que no esperaba más que sufrimientos. De mil amo– res hubiese continuado sola, si no palpara el visible retroceso; y ya que sola no podía responder a los designios de Dios, deseaba alguno desconocido o qué sé yo. ¡Tal era el miedo que me inspiraba mi Padre y mis temores de que no sería para mí lo que fué, ni yo podría tener confianza; etc.! Todo se pasó y desvaneció .como el humo. ¡ Bendito sea!

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