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128 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO se refiere a la Santa Humanidad del Verbo y a la Santísima Virgen, de quien fuí muy favorecida los tres meses últimos del año 1917, como consta o indi– qué en el capítulo XXI o XXII de la obrita referida (8). Todo lo que con– signé en los citados capítulos está íntimamente relacionado con los asuntos del cuadragesimal hasta el día 23, inclusive, y con las manifestaciones divi– nas que lo acompañaron, así como el capítulo XXI guarda relación con el llamamiento del año 1915. Los Directores no hicieron más que secundar el llamamiento del Verbo a la contemplación mixta de su doble naturaleza, pero sin penetrarse bien de la naturaleza y elevación de mis relaciones sobrenaturales, vocación, etc., y la mayox parte de las veces inconscientemente. Es verdad que Nuestro Señor se valió de ellos como de instrumentos para requerirme y establecerme o elevarme a ciertos grados místicos, pero lo hicieron inconscientemente y a oscuras, con una simple indicación como, por ejemplo: Jesús tiene sus deli– cias en estar con los hijos de los hombres (9). Mas el secreto de la fuerza divina que me arrastró y elevó a la alta participación que se me concedió de la Unión Hipostática, etc., estaba en la perfecta asimilación de los asun– tos del cuadragesimal de referencia, merced a las soberanas noticias sustan– ciales que acompañaron mi contemplación. 9.-El año 1917 tampoco me aprovecharon los Ejercicios de la comuni– dad. Durante la plática me empleaba casi siempre en prepararme para la confesión, porque sufrí por entonces muchas ansiedades, escrúpulos, o no sé que siento de verme más o menos dominada de los vicios opuestos a las divinísimas virtudes, que veo en la santa Humanidad del Verbo, y tan imperiosa la necesidad de arrancarlos y borrar sus huellas completamente, que quisiera morir mil veces de dolor y amargura; y se lo pido así a mi Señor Jesucristo, y que me mate y no me deje con vida. Asimismo impulsada del amor y estimación que profeso a la humildad y profundos abatimientos de mi divino Salvador, especialmente en sus relaciones con la Divinidad, mi alma se encuentra en movimiento continuo o descenso grncluul hacia el abis1no de la propia nada criminal, y busca el último lugar de la creación·; y mientras no lo con– sigo, deploro con amargm-a mi altivez y soberbia y conculco, porque me parece que soy demasiado grande en mi estimación, muy soberbia, orgullosa, altiva y audaz; que estoy colocada demasiado arriba para merecer las miradas de Dios, que busca a los humildes en el cielo y en la tierra. Ansío empequeñecerme; y para conseguirlo se me ocurre hacer una dolorosa y humilde confesión de mis pecados y miserias de mi nada degra– dada en la presencia de Dios y a los pies de su Ministro; mejor dicho, sentir cada vez el peso abrumador de mi conducta criminal en el acatamiento de Dios hasta morir de pena o aniquilarme, y exteriorizar mis sentimientos internos, lo que veo y siento contra mí en el santo tribunal de la penitencia, a los pies del Ministro representante de Dios y de su Iglesia." (8) Cfr. La vida espiritual, págs. 282 y sigs. (9) Cfr. Prov. VIII, 31.
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