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CARTA CLXXVIII, 25-26 AGOSTO 1920 127 tos sobre los misterios de la Divinidad y Humanidad, .fué idéntica a la .pa– labra ()ral de los Ejercicios de los años 1912 y 1913. Lo que más me ocupó fué la primera parte, o sea hasta· el día 16, inclusive. Es porque no acertaba a dejar un solo día estos asuntos, y aunque me sentía llamada, muy llamada a lo que sigue, me faltaba tiempo. Sin embargo, gusté con viveza todo lo que de vuestra nada criminal con inmensa amargura, contribuyendo a agravar vuestra pena la misma caridad y misericordia infinita de Dios, que reclama vuestras satisfacciones, o la contrición debida a vuestra ingrata correspondencia, que (unida a los méritos de Jesús) resarza ventajosamente el detrimento causado a su gloria, y os merezca el favor que quiere concederos. · Y añade la escritura: Quaerite faciem eius semper; buscad siempre su rostro. Cuyo rostro no es otro que Jesucristo, Imagen viva de Dios y la manifestación visible de su Bondad. Nuestra Santa Madre Iglesia nos manda .que busquemos siempre el rostro de Dios, o sea que siempre busquemos a Dios en Jesucristo, camino, verdad y vida, fuera del cual no hay salvación, vida ni virtud alguna. Oh Iglesia santa, fidelísirna y arnantísirna Esposa de Jesús, Dios y Hombre verdadero, yo te amo y te venero, y me protesto .toda tuya, y quiero con mi reconocido amor pagarte en cierta manera la gloria y complacencias que procuras a mi Dios Humanado, condu– ciendo a El las almas que te pertenecen. Obediente a tus órdenes, buscaré siempre el rostro de Dios, a mi Dios Uno y Trino en Jesucristo, con amor y entusiasmo crecien• tes, corno me lo ordenas y enseñas, y me impulsa a buscarle la fe cristiana católica, que recibí en la pila bautismal. Bendita seas, Iglesia santa, que así me enseñas a buscar a mi Dios Salvador, e incul, cas en mí la vida cristiana. Quiera el Señor otorgar las peticiones que le he deman– dado a tu favor, sometiendo a tu imperio a .todos los hijos de Adán presentes por venir. Así sea." · A continuación sigue el. fragmento autógrafo, que dice así: "Cuando recuerdo la interpretación que se me dió del Quaerite Dominum, etc., en agosto de 1917, una fuerza secreta me obliga a buscar a mi Dios, al mismo Dios Uno y Trino, que poseo en el fondo de mi ser, y al mismo tiempo que me posee, se me muestra como elevado o independiente de mi alma, encerrado en su Divinidad, inclinado a favorecerme. Dios mismo paréceme que me llama y requiere para que le busque en el grado de la perfección, a que me destina, y me espera para concederme nuevos favores. Al querer dar este vuelo hacia mi Dios, siento la imperiosa necesidad de hu– millarme, de morir de pena por haber ofendido al mismo Bien y eternal Amante, que se prepara para entregarse a mi alma; de aniquilarme en la presencia de Dios y a los pies de su Ministro confesando mis muchos y grandes pecados. Por esto, y porque pre– siento la pavorsa soledad y mortal angustia que padeceré, y que es necesario preceda al divino hallazgo, necesito revestirme de valor, mientras busco, anhelo y espero a mi Dios Uno y Trino en Jesucristo, según la santa escritura: et confirmamini. Mi naturaleza terne el sufrimiento y la aniquilación; pero mi espíritu lo anhela ar– dientemente, y provoca la lucha que espero y entiendo que terminará con mi derrota; o sea invoco a la Santidad de Justicia para que se imponga y me aniquile, me mate, si és preciso, para resarcir sus agravios. Y Dios, que no se hace esperar del alma que le pide lo que El mismo le inspira y quiere concederle, empieza ya a trabajar mi espíritu con la dolorosa influencia del amor contrito, y me hace sentir parte de la pena debida a mis infidelidades. Siento el desorden de mi vida, todo lo que difiera de la infinita per– fección de Dios, que contemplo, y de la pureza, santidad y perfecciones divinas de la santa Humanidad del Verbo, especialmente mi soberbia, altivez, amor propio, vanidad, tibieza, infidelidad y demás vicios contrarios a la infinita caridad, profundos abatimien– tos, absoluta fidelidad y resignación de mi Dios Humanado, que son las virtudes que más claro veo en Él y a las que más amor profeso. Es tan intensa y profunda la pena
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