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CARTA CLXXVIII, 25-26 AGOSTO 1920 119 intensó carmo que sentía hacia mi madre, y se exteriorizaba cada vez que las religiosas me hablaban, juntamente con la inmensa satisfacción y alegría que llenaban mi alma y que suelo experimentar en estas ocasiones, porque tengo la extraña rareza o chifladura de gozarme, y gozarme mucho, cuando se muere alguno de mi familia, a quien quisiera ver abismado en Dios para no tener ·que buscarla fuera ni tener necesidad de acomodarme a su modo de ser, más o menos humano, las pocas veces que le escribo o trato con ella. No sé qué es, pero me cuesta grandísima violencia escribir a mi familia y aun pensar en ella sin embargo de ser piadosa, incluso mi hermano reli– gioso. Debido a la inquietud que he dicho, e.n la oración de la tarde y después por la nochtl, apenas hice otra cosa que repetir la confesión, pues cuando empezaba a perderme en Dios, me venía el temor de si le tendría ofendido por haber hablado fuera de la recreación y dado motivo de distracción a las religiosas, porque lo mejor hubiera sido darles la noticia de la grave– dad, y después la del fallecimiento a todas juntas, y se concluyó. Y la ver– dad que éste era mi deseo y propósito, pero no lo cumplí. Lo que, me re– mordió, sobre todo, fué el haberles dicho que desde el día 18 no le encon– traba a mi madre en la tierra, sino en Dios, y que me figuraba que estaría enajenada de los sentidos o muerta, y que deseo la muerte de toda la fami– lia, porque la tengo más cerca de Dios que en la tierra. Me parecía que ha– bía cometido un pecado grave por decir esto; y en el confesonario, donde hice mención para acusarme y someterlo a la santa absolución, lo repetí y confirmé contra mi intención, así que salí peor que entré; y toda la noche a vueltas con la confesión, y se pasó el tiempo en actos de arrepentimiento, excepto algunos ratos de recogimiento e imposiciones divinas de los cuales el más largo e intenso fué en los Maitines. Absuélvame, Padre mío, .Y pídale a mi Dios que me perdone. 2.-El 21 por la mañana, sintiéndome llamada a la unidad de vida, re– laciones, etc., que me aconseja en su apreciabilísima del 17 (la que fué siem– pre imperiosa necesidad para mi alma, hasta el punto de estorbarme la me– moria individual de mis difuntos y también de los Santos, fuera de algún caso aislado que se me imponen en Dios), hice intención de entregar a Je. sús el cuidado de mi madre, y lo cumplí cuando recibí la sagrada comunión. La puse al servicio de la gloria de mis soberanos Amores Jesús y María, y con Jesús y María al servicio de la gloria de las tres divinas Personas, y mi alma con ella. Le pedí a· Nuestro Señor la glorificación como recompen-

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