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116 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO pues no sólo no me oprime su memoria, sino que me produce júbilo celes– tial y me alienta a santificarme. Ayer lloré un poco, recordando lo que le habré hecho sufrir con mi silencio durante los 20 años de vida religiosa, pues a veces he dejado pasar más de un año sin escribirle, sabiendo que la pobrecita estimaba las cartas de sus hijos como tesoros del cielo, y que su pensamiento y su amor estaban fijos en nosotros. Ya le pido a Nuestro Se– ñor que la resarza de tantas penas como la hice sufrir en este sentido y que ella aceptó resignada, pensando que sus privaciones cedían en servicio y glo– ria de Dios, a quien había consagrado mi vida. ¡Pero cuántas veces el tiem– po que debía dedicar al consuelo de mi madre lo habré perdido inútilmente! Esto es lo que me hizo llorar y la única pena que tengo, y deseando resarcir a mi querida madre, le prometo a mi Dios que en adelante seré toda, toda suya, y procuraré responder al concepto que tenía mi madre de esta mala hija, para que se consuele..., ¡pobrecita! Estoy de una manera que no acierto a hacerle otros sufragios por su alma que presentar a mi Dios sus virtudes y sacrificios y pedirle que se los recompense y le procure, además, muchos grados de gloria accidental, pro– metiéndole al efecto que seré muy buena, etc.; y me encomiendo a mi madre con mucha fe, a quien hallo en Dios, ocupando el lugar que entendí la no– che del 14 le reservaba en su seno. Unos días antes de morir, le signifiqué a mi madre que deseaba su muer– te para abi:azarla en Dios y porque la tendría más cerquita que cuando vi– vía. Y así se cumple. Mi alma rebosa júbilo, y paréceme que mi madre me contempla sonriente y que me anima para proseguir mi camino hasta conse– guir el grado de santidad a que estoy predestinada, y que se me ofrece como especial abogada y la más interesada entre los santos en que se cumplan en mí los designios de Dios y se complete la obra que Nuestro Señor comenzó en ella cuando me llamó a la vida. 2.-Anoche lo pasé en vela; unos momentos consagré a encomendar a Dios mi difunta madre, etc., en la forma indicada; el resto, Dios Uno y Tri– no y mi Padre. Tantas cosas he sentido que para referirlas necesitaba un día por lo menos, y no dispongo más que de unos momentos. Su apreciable última, admirable, Padre mío, admirable; la única modificación que exige el estado de mi alma es colocar en primer lugar lo que mi Padre puso o es– cribió lo último, pues todo, todo, Padre mío, lo encuentro en V. R.; y este no poder fijarme ni siquiera en una mesa colocada a su lado, es la fatiga ,) violencia que le dije experimenté cuando empecé la primera vez a leer y
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