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CLXXVII 20 agosto 1920 SuMAmo.-.l. Elogio de su difunta madre.-2. Pide al Director que haga revivir en el alma · zas huellas divinas. Tuya soy, sálvame por amor de ti mismo, Dios mío, Misericordia mía. Madre de Dios, ruega por mí. M. H.. P. Mariano de Vega. Mi venerado y amadísimo Padre de mi alma: Le saluda respetuosamente su hija pecadora y postrada a sus pies, besa su santa mano y espera su pa– ternal bendición. 1.--Supongo que recibiría mi anterior., Hoy no puedo escribir a mi Pa– dre como de costumbre, porque es tarde, está el confesor confesando y des– pués de la confesión tengo que escribir a mi hermana y consolarla en la tribulación que padece por la pérdida del ser más querido (mi querida ma– che), pues aunque tiene esposo e hijas (dos niñas tiene), la amaba con deli– rio y de ello me ha dado pruebas siempre, pero especialmente los dos años últimos de nuesi:ra querida finada, pues la pobrecita casi todo el tiempo lo pasó en cama, y aunque me decía mi hermana que lejos de molestarse expe· rimentaba verdadera satisfacción en asistirla, por su virtud, cualidades, etc., aun prescindiendo del cariño de hija, es indudable que daría que hacer una enferma que apenas se levantaba más que el tiempo preciso de hacerle la cama. Ha muerto como vivió, ocupado su pensamiento y su corazón en Dios, en la Santísima Virgen y en sus hijos; y según me decía mi hermana, piensa protegernos desde el cielo. Pobrecita, ya lo creo que lo hará, pues el deseo de asegurar nuestra salvación le obligó muchas veces a pedir a Nuestro Se– ñor que nos llevase a todos antes que a ella, porque quería dar buena cuen– ta de sus hijos... Se conoce que la pobrecita pasó el purgatorio en esta vida,
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