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104 CORRESPONDENCIA DE LA M. ANGELES CON EL P. MARIANO de la celda o de la oración, porque estoy a lo mío y percibo las comunica• ciones divinas con la misma intensidad que en el retiro. Esto lo he experi– mentado toda mi vida religiosa, por cuya razón el refectorio me parece ora– torio o templo, o mejor, un pedazo de cielo. 3.-Pues bien: los días 10 y 11, mientras gozaba dicho reposo, pareció– me que V. R. me requería para una ascensión con estas palabras de su car– ta fecha 1 de agosto: "Bueno, pues ahora tocan las campanas a gloria, a re– surrección. Levántate, y ven conmigo a la casa de nuestro Padre, a la mo– rada del Amor, etc." Quería obedecerle, me preparaba para seguirle, pero el sentimiento de la muerte o privación de la vida divina que me ocasionó mi vida estacionaria ·de 7 años, el deseo de resarcir dicha privación en mi tranquilo y fructuoso o vivificador reposo, me obligaba a retroceder; y mi Padre y Dios, y Dios y mi Padre, que para mí son uno, compadecido, me recibía· nuevamente y prolongaba la secreta pero divinísima comunicación para fortificar y desarrollar su vida divina en mi alma, que tan necesitada estaba de ello. Ayer por la mañana repitióse esto, y cuando pensaba yo per– petuarme en dicha comunicación, en el momento preciso de bajar a comul– gar (serían las siete menos cinco o diez minutos), repercutieron en mi alma las palabras de mi Padre: "Levántate y ven conmigo a la casa de nuestro Padre." j Cosa maravillosa! Inmediatamente fuí llevada no sé dónde, pero el hecho es que cuando me arrodillé ante el comulgatorio, me vi en un hori– zonte de luz clarísima en la presencia del Padre Eterno, cuyo poder genera– dor irradiaba por modo inefable. La infinita personalidad del Padre simpli– ficóse o se reconcentró en su potencia generativa, a quien adoré y le tributé mis homenajes de gratitud, amor y respeto que le son debidos y se merece la suma Deidad que veía en ella. Al principio V. R. mostrábase a un lado del Padre Eterno, pero en el momento en que me hice cargo de la visión, se identificó con mi Padre, previa comunicación o secreta infusión y extensión de su infinito y divino poder. Con vivas ansias le pedí a Nuestro Señor la participación de su ser y vida divinas en la divina Persona del Verbo, que anhelaba traspasarlo a mi vida. Entendí que Dios Padr,:i bendecía mis an– sias, pero ignoro si otorgó mi petición, al menos en la forma que yo espe– raba. Duró esto unos mi.mitos, y no recuerdo si al recibir la sagrada comu– nión o un momento después (creo que fué cuando me retiraba del comulga– torio a mi sitio), en el mismo horizonte o luz divina se impuso a mi alma el inefable misterio de la Generación, no como Filiación, personificado en el Verbo, sino como Venero inexhav.sto de amor y Principio eterno del Espíri-

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