BCCCAP00000000000000000000852

• fo CORRESPONDENCIA DE LA M. ÁNGELES .CON EL P. MARIANO de decirle alguna cosa fuera. de mis pecados, amenazándome que si no sigo su dictamen, apenas ponga la carta en el correo, me. veré .domi– nada de una tristeza y melancolía d.e aquellas que parecen destrozan por completo el alma. ¿ Qué hacer de este conflicto? ¿ Mandaré la carta o no la mandaré? De estos dos afectos ¿ por cuál me regiré? Dentro de media hora to– carán ,a Vísperas, y pues no sé qué determinación tomar, suspenderé. mi tarea hasta las tres que salga del. coro; y si entonces me siento inclinada a enviarle esta carta, terminaré de escribir ; y caso que no, la entregaré a las llamas, y asunto concluído. Dios ·sea bendito por todo. Son las tres y media de la tarde. ¿ Quiere, Padre, que le diga lo que he sacado del coro a donde fuí, como indiqué? Pues que he salido completamente cambiada, quiero decir de sentimientos. Terminadas las Vísperas (las que he rezado tan distraída como siempre) al decir la oración Sacrosanctae (o después ele recitáda, no recuerdo bien), Dios Nuestro Señor, cuya inmensidad llenaba todo el coro y cuya pre– sencia sentía yo, aunque no le veía, me pareció que me preguntaba : «¡ Por qué temes enviar al correo la carta que has es<;:rito ?)) Yo, no queriendo ponerme -en comunicación con Dios sin realizar primero los actos de justificación gue acostumbro, ni pudiendo tampoco diferir la respuesta, por no hablar con Dios Nuestro Señor, hablé conmigo misma lo que me sentía inclinada a responder a su pregunta, y dije : «temo mandar la carta porque preveo que en cuanto la mande al co– rreo me va a acometer aquella profunda tristeza que experimento cuan– do hablo alguna cosa en pro ; que voy a p~rder esta paz y tranquili– dad que al presente disfruto, y que me voy a colocar otra vez .en aquel estado de• oscuridad, de tristeza y de pecado ·en que he estado tres años ha y del cual acabo de salirn. (En este estado me coloca la idea de que ofendo a mi Dios con comunicar lo que veo, ·entiendo o finjo que he experimentado en mi trato con el mismo Dios). Temo también -proseguí diciendo- por este espíritu de soberbia que me domina, el cual no me deja en paz, me molesta continuamente con mil tonte– rías y hasta ridiculeces, y me estará diciendo siempre que mi Padre Espiritual piensa de. mí tal y cual cosa, que me cree una gran santa, y qué sé yo qué disparates, para hacerme perder la humildad, mejor_ dicho, mi tendencia y deseos ele poseer esta virtud y con ella la ale-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz