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CARTA IV, I 2 AGOSTO 1910 57 seis en la Persona de Dios Padre durante la oración mental de co– munidad,por la· t~rde, entendí que Dios Nuestro Señor, o sea, Dios Padre, con quien se hallaba en aquellos momentos mi alma pecadora, andaba en busca de almas para una empresa salvadora relacio11ada con la Iglesia de su Unigénito Hijo y nuestra nación ; que tenía muchas almas a su disposición para esta empresa en la presente oca– sión, pero que necesitaba más, y sobre. todo almas que se entregasen a su voluntad incondicionalmente. Viendo al Padre Eterno en esta actitud '.de buscar almas para defender la Iglesia y salvar la nación 1 recordé (o me recordaron, no lo sé) la visión del Profeta Isaías que hace el objeto de las lecciones del primer 1~octurno del oficio de la Santísima Trinidad (1). Y en aquella· voz 6 pregunta del Señor: «A quién enviaré», y la respuesta del Profeta : «Aquí estoy, envíame a mí», me pareció ver al mismo Dios, objeto de la visión de Isaías y de mi contemplación en aquellos momentos, intimando su voluntad re– lacionada con la dirección de mi alma de la manera más delicada a V. R. muchas veces, pero muchas, desde el día que nos saludamos por primera vez hasta ahora. Al mismo tiempo entendí que me in– sinuaba el Señor lo que signiñcaban las siguientes palabras: «A unos impongo mi voluntad cómo una, ley que deben cumplir para que se rindan a ella; a otros no les impongo como ley, pero les insinúo por diversos modos y aun por medio de los deseos de su propio corazón, o que parecen serlo pero no 10 1 son., pues esos dese.os son mios y los (r) Isaías, IV, 1-12. En la· Autobiografía describió como sigue esta comüni– cación divina : «El dí.a 6 de agosto de r9ro, a las seis de la tarde, estando en el coro, tuve una visión o comunicación divina, en la que vi a Dios Uno y Trino con gran majestad y gloria, el cual parecía llenar el I'oro, el templo y todo el orbe con su inmensidad... Mostróseme en actitud de buscar almas para una em– presa relacionada· con su g.Ioria y .la salvación del mundo, especialmente de la nadón española, por mejor decir, la Iglesia cat61ica •española. Maravillada de ver a Dios buscando almas para defender el honor de su Unigénito Humanado y de su Esposa 1a Iglesia, preguntéle si no tenía almas que velasen por sus intereses. A cuya pregunta me contestó insinuando que sí tenía, pero que necesitaba: más, y, sobre todo, almas que se entregasen a su voluntad incondicionalment.e. Recordé la visión de la g.loria de Dios que tuvó el Profeta Isafos y la respuesta del Pro– feta a la pregunta del Señor : Que1n mittam et quis ibit nobis? Sentí un ardiente deseo de hacer mía la causa de Dios y entendí que el Señor me decía que en lo sucesivo, dejando el cuidado de mi alma a cargo de su divina providencia, me dedicase por completo a procurar la salvación de las almas y el re.medio de las necesidades de la Santa Madre Iglesia, especialmente de la Iglesia .de .España, combatida por sus enemigos los socialistas, ma~ones y anarquistas. 'Sentí mucha pena de haber tenido abandonada la causa ele. Dios. por .atender a las necesidades de mi propia alma». Cf. La Vida. Sobrena,turál, 1923, t. V, p. 351.
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