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CARTA II, 2 I JULIO I 9 IO 37 sí temo mucho, y es si le engañaré, si no tendré la confianza absoluta que Dios quiere que tenga con V. R. para traducirle toda mi alma tal co1110 es y yo entiendo que está en la presencia: del Señor; si no seré sincera con V. R. Y temo tanto esto, Padre mío, que la sola idea de que podía suceder parece que cubre mi alma de un tristí– simo luto y me hace llorar. Ya puede Dios ·Nuestro Señor asegu– rarme la salvación de la manera más solemne. que a mí no me consolará, si no me concede la gracia de conducirme con V. R. en la forma que el 111ismo Dios y su Santísima Madre desde un principio me mandaron que me condujern con quien hiciera sus veces conmigo en la tierra. Y es que mi alma nb halla descanso, seguridad ni con– suelo, ni en méritos propios (si los tuviera, que no los tengo) ni en favores divinos, en nada,. en nada, en nada, más que en el conoci– miento exacto del estado de mi alma de mi Padre espiritual, y en nada más. Es por esto que temo yo tanto lo contrario. Teng~, Padre, misericordia de mí, porque sufro mucho por esta causa y cada vez más, y vea a ver si puede librarme de este martirio, pues me parece q!--le V. R. puede librarme mejor qu'e nadie por cuanto hace mucho que me trata, y yo he tenido más confianza que con otros, mejor dícho me inspiró V. R. desde que le conocí. · 12.-Me invita V. R. a que le ayude en la empresa de mi propia santificación, a cuya invitación correspondo con muchísimo gusto, prometiendo coopetar con mis obras a sus consejos, mandatos y en– señanzas en la forma que V. R. tendrá la bondad de enseñarme, pues yo no sé más que ofender a Dios. Me pide la' humildad; yo_ se la entrego en deseo y en aspiración ; pues en realidad no puedo, porque · no la poseo, soy una pura soberbia, y de la humildad no me han quedado más que algunos vestigios que dejó en su paso en mi alma en· tiempos más alegres para mí que el presente. No obstante, pro– meto poner de mi parte todo cuanto pueda para llegar a ser. humilde, comenzando por desechar todas las sugestiones de vanagloria, no pensar y mucho menos complacerme en ningún bien que reconozca en mí, ni en el afecto que me tienen las criaturas hi aamitir sus ala– banzas; antes bien, fomentar los sentimientos de humildacl, abati- · miento y desprecio propio que. Dios Nuestro Señor infunda en mi

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