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28 CORRESPONDENCIA DE LA :M. i\NGELES CON EL P. :MARIANO Cuando descendí del citado estado de unión con Dios, empeñado, el Señor en que respondiese yo a sus designios divinos relacionados con la santificación de mi pobre alma, me dijo: «No' trates de vivir en la religión como una de tantas religiosas, content.a con la obser– vancia común y en un estado de graci~ ordinaria, porque no perse– verarás en él: pues estás destinada a ser santa, y, si no lo eres, serás la criatura más perversa. Entrarás en el cielo en compañía de muchas almas que yo tengo determinado salvar por tu medio, o no te salva– rás, porque para ti no hay término medio.» Sabiendo yo, por expe..: riencia;• ser ciertísi~o esto que el Señor repetidas veces me había dicho y me l"o había dado a conocer desde los primeros años de mi vida, procuraba regular mi vida por la voluntad de Dios, aunque no quería entregarme a ella por los motivos antes indicados, y vivía relativa– mente tranquila y muy favorecida de Dios, cuya bondad conmigo fué siempre muy grande, a pesar de mis resistencias a su divina vo– luntad. 6.-Había transcun;ido cerca de un año después del beneficio in– sinuado arriba, cuando, por motivo de una obra importante de res– tauración de esta santa casa, nos mandó el Sr. Cardenal Cascajares (q. e. p. d.) trasladar al convento de nuestras hermanas de Jesús María, donde estuvimos tres·años (1). Al poco tiempo de estar allí, era yo una religiosa relajada, sin alma, sin corazón, sin vida interior. U na religiosa esclava de las criaturas que, rotas por completo las íntimas relaciones que antes tenía con Dios, no vivía más que para complacer a mis hermanas y perder el tiempo entretenida corr ellas, con grave perjuicio de mi alma, a causa de ios pecados que cometía y daños que me ocasionaba a mí misma en este trato y comunicación con mis hermanas. Perdí hasta el espíritu de pobreza, humildad y mortificación en que me había fundado Dios, la Santísima Virgen y (1) La Comunidad de la Concepción se trasJadó al Convento de Jesús~María el 11 de septiembre de 1895, y la Madre Angeles describe su vida en el mismo en la Autobiogr.afía, p. 123-147. El lector ha adivinado, sin duda alguna, que la sierva de Dios recarga no poco las tintas cuando juzga tan severamente su con– ducta durante aquel período ; por lo mismo, para orientarlo positi,·amente sobre el particular, transcribimos el juicio de la M. Cristeta, de la Comunidad de Jesús– María: «Su comportamiento (de la M. Angeles) en los dos años y medio que aquí estuvieron fué buenísimo. La opinión que aquí quedó fué que era religiosa muy interior, de mucha oración y de un talento poco común, pues en las conver– saciones que tenía con las religiosas, que siempre eran de gran provecho espiri– tual, se conoda estaba dotada ele gran inteligencia». 4.utobiogr(ljfa, p. 146.
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