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CARTA II, 2 I JULIO I9IO en .estado de desear otra cosa que la gloria dei mismo Dios, ni de temer nada más que ofenderle, le rogué y rogué mucho (aunque no tenía ne– cesidad de insistfr en mi~ súplic9-s pa1:a inclinar su misericordia en mi favor) que si preveía su Majestad que yo. algún día (aunque me parecía inposible). olyidándome de· aquella bondad y misericordia infinita. que acababa de usar conmigo, volvería a ofenderle rio con un pecado mortal, sino ·con un solo pecado venial, me quitase en el acto la vida y me arrojase al purgatorio o al infierno, donde quisiera, pues ele lo contrario, yo no podría soportar los remordifoientos de concien– cia e insoportables angustias y tormentos de espíritu que me parecía me ocasionaría cualquiera falta o imperfección que .volviese a come– ter, habiéndome visto en aquel estado. A lo que me contestó .el Señor, diciendo que no podía complacerme en esto, pues tenía ciertos clesig– úios que cumplir en mi y no le consentiría su amot sacarme ele esta vida antes ele cumplir estos designios por no privarme de la gloria que ele esto resultaría a mi alma ni privarse El ele la complace1icia que tenía en elevarme al grado de santidad y gloria a que me tenía desti– nada ; mas que no temi~ra, pues El me daría gracias abundantísimas y auxilios muy eficaces para conservarme en aquel estado, y que si fuese tal mi malicia y fragilidad que, apesar de todos fos esfuerzos que haría su Majestad para conservarme en ague! estado, me preci– pitase ele él al estado de tibieza o pecado, que El se encargaría de librarme de todas mis miserias y reducirme nuevamente al camino de la saaticlacl y ele hacerme restaurar el tiempo y bienes perdidos mien– fras estuviese alejada de su Majestad, de tal manera que si vivía uno, dos, cuatro, diez años en pecado o en tibieza alejada de El, otros tantos años me añadiría ele vida para que no saliese ele este mundo sin haber cumplido sus designios relacionados con mi propia santificación y bien de muchas almas. Esto me dijo Dios Nuestro Señor, y la vercl~cl de esta promesa la he experimentado a diario en la conducta paternal, divina, que su lVlajestad ha observado conmigo durante los die.ciséis años que hace que me la hizo, sin que hayan sido obstáculo los enormes pecados, que yo, ¡ ingrata !, he cometido, para colmarme· de gracias y favores cual si le hubiese servido fidelísimamente. ¡ Qué horror ! Si hubiese sabido yo en aquel tiempo .que iba. a ofender nuevamente a mi Dios, y no solamente esto, sino que iba a pasar nada menos que dieciséis.

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