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.. CARTA n, 2 I JULIO 1910 tener la caridad infinita que necesita tener quien ha de tratar conmigo y conocerme tan íntimamente como el mismo Dios, acabé por pensar que soy incapaz de dirección, pues nunca podré tratar con mi Direc– tor con la confianza y sinceridad que Dios Nuestro Señor y Nuestra Madre Purísima me exigen que lo haga : y que para no cumplir como es debido lo que Dios me manda en orden a traducirme a El en la persona de V. R. Gon la misma confianza que a su Divina Majes– tad en mis relaciones con El sin diferencia de trato de Dios a Dios, esto es, de Dios en mi comunicación directa y privada con El, a Dios cuando comunico con su Majestad en la persona de mi Padre espi– ritual, es mejor prescindir de toda dirección visible y dirigirme úni– camente con Dios. Mas reconociendo que este pensamiento era uno de tantos que el demonio me sugiere para inducirme a todo lo con– trario de lo que Dios quiere de mí, so pretexto 8-lgunas veces hasta de mayor humildad, rechacé con un acto de fe y confianza en la bondad del Señor que me concederá los auxilios necesarios para responder a sus designios mediante el cumplimiento exacto y lo más perfecto posible de este único deber de vivir sometida a la voluntad de un Dios visible que me impone para la consecución de mis cíeseos, y otro acto de confianza en la. protección de mi ·Inmaculada Madre y en la caridad de V. R., que me facilitará la comunicación y sabrá sacarme de apuros mejor de lo que yo pienso. 3.-0tro sufrimiento he tenido, y tengo todavía, y consiste en un parecerme que todos los actos, palabras y pensamientos de mi vida pasada y presente son otros tantos crímenes, iniquidades y maldades, y mi existencia toda un conjunto de pecados y abominación, de tal manera que no recuerdo haber ejecutado un solo acto que merezca la aprobación de mi conciencia y que yo no deteste y aborrezca como un verdadero pecado con inexplicable dolor y tormento de mi alma. Me parece verme rodeada de todas estas iniquidadés donde quiera que estoy, causándome un horror grandísimo y odio de mí misma y un sentimiento tal que me obliga a exclamar: «soy una infame, una crimi– nal. ¡ Dios mío, Dios mío!, yo, hija ingrata y esposa infiel, cansada de servir a la vanidad y mentira, fastidiada de todo trato. y comuni~ cación humana y desengañada de mí misma, vengo, por fin, a Vos, después de una vida de treinta y siete· años malgastada en necedades, vicios y pecados y empleada en ofenderos y ofenderos tanto. ¡ Qué
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