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CARTA VI, I SEPTIEMBRE 1910 8r Como \:'.". R. dice y es verdad~ mucha verdad, soy capaz de en– gañar a cualquiera, que no esté asistido e iluminado por Dios, incluso al mismo Luzbel, autor de la hipocresía y mentira, ¡ tanta es mi so– berbia ! ¿ Qué extraño que tema y me llene de asombro la sola idea de que he hablado o tengo que hablar en materia de espíritu, máxi– me estando como estoy persuadida,· pero muy de veras, . de que he :fingido y :finjo visiones y revelaciones, que todo, y si no todo, mucho de lo que ha pasado y pasa en mí es obra del demonio, incluso las enfermedades que he padecido y padezco, que todo es pecado, hijo de la soberbia, que he engañado a mis Dirctores y que merezco me quemen viva en plaza pública para que escarmienten en rrrí todas las almas mentirosas y soberbias? ¿ Qué extraño, repito, que tiemble, tema y experimente el terror y asombro que experimento. cada vez que me pongo a escribir y atribuyo yo al demonio, mas no en sentido de .tentación sino de permisión divina, juzgando que Dios le manda me aflija de esta suerte para hacerme retroceder a :fin de librarme del peligro a que me expongo '2 ¡'Si viera, Pél.dre, qué triste es esto! Gra– cias á que Dios Nuestro Señor m~ asiste como me asiste, y me con– suela como me consuela, y creyendo yo de mí firmísi.mamente todo lo que he dicho y mucho más que dejo por decir, y recurriendo a El (a Dios, se entiendey' por auxilio y remedio, como a único refugio mío, me recibe si<:!mpre con bondad de padre, pero de padre Dios, y me quita todos los temores y me manda que comunique .una vez más con El en la persona de su Ministro, lo que ya ·1e he comunicado, asegurándome del pe·rdón de los pecados que yo creo que he come– tido y cometo en e·sta misma comunicación mandada por El ; que de no ser así, ¡ ay, Dios mío!, ¡ qué estragos ha~ía el demonio en mi. pobre alma! Por otra parte, soy tan pecadora, tan miserable, tan despredable y vil en todos conceptos que, como V. R. dice y es verdad, no cono– ce, ni llegará jamás a conocer ninguna criatura, no digo entre reli– giosas, sino entre las personas peores del mundo, que necesite y me- · rezca ser tan humillada y despreciada Gomo yo. Si ignorase yo esto, y no supiera como sé que no existe pecador aíguno en el mundo a quien yo no aventaje (y mucho) en malicia y maldad, no me humi- . Haría tanto, ni sufriría lo que inte'riormente sufro y sólo Dios sabe, sobre todo en materia de humillaciones de carácter no externo, sino
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