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CARTA V, 24 AGOSTO 1910 tísima para todo lo que se relaciona conmigo misma y ciega hasta no más». «Pues por lo mismo (me dijo él) debes creer y descansar én el criterio y voluntad de quien te .dirige y tiene a su cargo tu alma, ne– gando tu propio dictamen. ¡ Oh, si pudiera yo colocarte de nuevo en el estado de obediencia y docilidad en que te hallabas hace dos años ! ¿-No te acuerdas de lo contenta, etc., etc., que entonce·s vivías?» «De– testo todo aquello-fe contesté-como si fuera un pecado.» «Eso es tentación_:__me dijo-, des'échalo y no te desanimes. Haz uh esfuerzo y arrójate confiada en los brazos de la obediencia y verás, cómo no sólo caminas, sino· vuelas hacía Dios en el camino de la perfección.» Díjele yo: «No puedo; pues creo y pienso y estoy en la inteligen– cia que ese acto de entrega y abandono y obediencia ciega y confiada a la dirección de usted es el mayor error que puedo cometer, por cuan– to pienso que peco hasta .en comunicar con uste.d, pues todo.me ren;iuer- . de y causa mucha intranquilidad y tristeza incluso el oírle hablar, pues no me aprovecho». · • «Sí no te conociera (me dijo el Padre), creería de ti que sigues y persigues una santidad falsa, pues juzgas y practicas lo contrario· de lo que aconsejan todos los maestros de espíritu; pero no te culpo, porque sé que ese procedimiento tuyo es hijo de tus preocupaciones, no de tu soberbia ni de mal espíritu. Pues bien, ya que no quieres arrojarte en los brazos de la obediencia, arrójate en los· de María Santísima y pídele que te ayude y' saque del estado. ·en que te en– cuentras y no dudes que Élla te sacará.>> Descubrirle el consejo dado por el Sr. Arzobispo era la única ma– nera de descifrar al Padre el misterio que él ve en m~ y de haéerle ver q~e él no tiene autoridad sobre mi alma desde que el Prelado me dijo qu~ no m~ dirigiera por él ni hiciera nada ·de lo que él me man– dase sin cons.ultar primero con Dios Nuestro Señor ;, mas esto no me pareció conveniente revelarle, y no sólo no me pareció conve– nient~ sino que creí que estaba en deber de ocultarle. Por esto. el Padre, después de la citada conferencia, quedó cori el mismo cuidado ~ que siempre, calificando de tentación mis repugnancias y rebeldías. Y yo quedé también como siempre, sintiendo m1,1cho verle tan pre– ocupado y sufriendo tanto· como sufre por mí y con mucho remot– dímíento de conciencia por el tiempo que perdí con él en el locuto– rio, y más por ser hora de coro y estar la Comunidad en oración. ITINERARIO MISTICO 7

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