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Decimotercer domingo «Pero si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la ley» (Gal. 5,18). LA FERIA DE LOS EGOISMOS Estamos cansados de oír decir que el egoísmo impera por todas partes. Estamos cansados de predicar que si la vida cristiana es lucha, es lucha, principalmente, contra todo egoísmo, empezando por el propio. Todos buscamos nuestro propio interés. Todos vamos a lo nues– tro. Somos unos egoístas. Vamos en busca del dinero, que buena falta nos hace, pero todos queremos más y más ... Y ya el egoísmo saltó la valla de la pura necesidad. Ya la avaricia lo corrompió todo. Vamos en busca del placer. Que a todos nos gusta vivir cómo– damente, con cierto desahogo. Pero resulta que tenemos como una hidra insaciable dentro de nosotros, que siempre anhela más: más comodidad, más satisfacciones, más estimulantes, más conquistas, más... Y podríamos seguir contando los eslabones de esta cadena que nos tiene esclavizados a nuestros propios vicios. Hasta que no los superemos, no seremos auténticamente libres. De esa libertad nos habla San Pablo hoy. El cristiano ha sido llamado a una vocación de libertad, de libertad en el amor, que es lo contrario de todo el egoísmo. Las agencias de prensa, y los turistas que transportan las agen– cias, nos cuentan cosas increíbles de gentes tiradas en medio de la calle, sin nadie que las atienda, ni pregunte cómo están, ni qué les pasa. Todos pasan rápidos. Nadie quiere complicaciones. Cada cual va a lo suyo. Sin embargo, he sido testigo de la otra cara de la moneda en una ciudad que estaba en ferias. Las ferias de San Juan y San Pedro. Con las aceras atestadas de gentes, dándose codazos para 92
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