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Pues bien, en una entrevista del cardenal Trochta, que él no dejó publicar mientras viviera, dijo: «Lo que se pretende es que vaya decayendo la religiosidad por la falta de atención, con la esperanza de que después muera la fe, pero están equivocados porque "anima naturaliter christiana".» Es el viejo dicho latino de que el alma es naturalmente cristiana. Lo cual nos lo vienen a demostrar hechos como la fe que florece en países eminentemente ateos, como Rusia. En los mismos campos de concentración, entre las más viles persecuciones. Buen ejemplo de ello son los últimos premios Nobel de la literatura rusa, por citar sólo los más destacados. El cardenal Trochta ha sido un testigo de excepción en tierras de persecución religiosa. En la entrevista citada tiene unas palabras de exquisito tacto que valen maravillosamente para nosotros: «Estamos pasando por momentos muy difíciles, pero yo los he visto mucho peores que los actuales y nunca vi defraudada mi con– fianza en Dios. Con el tiempo, y buena voluntad, todo se irá arre– glando. Por eso es necesaria mucha prudencia: cualquier acto de la Iglesia como tal o de los eclesiásticos pueden provocar hoy efectos contraproducentes.» Estos son los testimonios de un gran testigo. No sólo pala– bras. Pero las palabras bien merecen que las meditemos nosotros. Si nos ha tocado vivir en un mundo enrevesado, tendremos que saber caminar, no diré con pies de plomo -que el metal puede hacer disparar las minas-, sino con pies de cristianos. Con la mis– ma prudencia de Cristo. Si denunciamos, a quién, por qué y cómo. Que son muchas las interrogantes que hay que responderse antes de lanzar a los cuatro vientos una frase que pueda comprometer al mismo cristianismo. Pero al mismo tiempo con fe en Cristo. Porque no cabe duda que en Occidente sufrimos una persecución más peligrosa, la persecu– ción del confort, que aparta más de Cristo que la otra. Sería mejor la persecución a cara descubierta, pues aunque cayesen algunos en la contienda sabemos que «el que vive por los siglos de los siglos», y su idea, no pueden morir. 51