BCCCAP00000000000000000000804

Decimoctavo domingo «En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres; porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos» (Col. 3,5). EL ORDEN NUEVO El orden nuevo lo han buscado los humanos desde siempre y lo siguen buscando ahora con más anhelo que nunca. Con distintos nombres siempre la misma pretensión: el mundo mejor, el paraíso terreno, la paz universal, la primavera que vuelve a sonreír... Distintas notas de una misma sinfonía. Leyendo la carta de San Pablo, hoy nos parece a primera vista que ese nuevo plan, ese mundo mejor, esa paz total, esa primavera inmarchitable sólo hay que esperarla en el más allá. Pero no pode– mos asegurar que esté ausente de este acá tan concreto e hiriente donde estamos enraizados. San Pablo fue un ardiente luchador por un mundo mejor en esa tierra que él pisó infatigablemente. Quiso establecer el reino de Jesús donde los hombres fueran hermanos. Y es que si examinamos bien su mensaje nos damos cuenta que él pretende desterrar de entre los hombres eso que tanto les divide y les hace, en el fondo, tan infelices: la avaricia, la codicia, la lujuria, y toda suerte de pasiones. Porque el nuevo orden que tendrá su culminación en la frontera de las dos vidas ha de comenzar aquí. De lo contrario, ni allá será una realidad para nosotros. En el fondo San Pablo ha puesto el dedo en la llaga. Nosotros tratamos de establecer un nuevo orden cambiando las estructuras. Un mundo mejor, cambiando el paisaje. Y lo que hay que cambiar es a los hombres. Cuando el hombre, según la vieja frase que se atribuye a Hobbes, 102

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz