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Los guajiros pobres vis– ten solamente franela o blusa y un guayuco de t ela blanca, sumamente peque– ño, que, en veces, suplen por una bolsita <le algo– dón , tejida por ellos mis– mos. Las guajiras, con sus ri– cas y ampulosas "man– tas" , que les dan mucha gracia, donosura y majes– tad, semejan mujeres del Imperio del Sol Naciente y nada tienen que envi– diar, en honestidad y bo– nitura, a los preciosos ves– tidos mujeriles d e . 1 a s grandes ciudades. En cambio, el vestido de los guajiros ricos, echan– do también a un lado el de los pobres, a primera vista India con lujosa "manta" y cotizas tiene algo de raro y ridícu- con borlones. lo. Causa extrañeza con- templarlos con sombrero, carnL::a, ccrbata y cllaqueta, llevando al mismo tiempo la tra · dicional "manta". De suerte que, de medio cuerpo para arriba parecen civilizados, y de medio cuerpo para abajo, indios he– chos y derechos. Los paraujanos, en cuanto a vestidos y costumbres, se adaptan más fácilmen t e a los usos y costumbres de los "es– pañoles" (criollos) entre quienes viven. En nuestra primera Visita Pastoral a la Guajira, repetidas veces y en distintos lugares y ocasiones, les dijimos: "¿Por qué en lugar de llevar 'mantas', no usáis pant alón, que llaga juego con la camisa, corbata, sombrero y chaqueta? - 34 -
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