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206 de su adolescencia, todo lo que en su vida era poesía, canto, música, sueño delicioso. Algo de la emoción que le embargaba al iniciar esa nueva misión se ha transmitido en los relatos de los biógrafos; se siente en ellos un estremecimiento a la vez dulce y angustioso, los latidos del corazón del bravo ca– ballero que sale enteramente equipado con las primeras luces de la aurora, interroga al horizonte, ansioso de lo desconocido y sin embargo desbordante de alegría, porque sabe que su nueva jornada será consagrada a la justicia y al amor. El poeta italiano ha calificado de peregrinajes de amor las cabalgatas caballerescas, así como los viajes emprendidos por los soñadores, los artistas y los santos a aquellos rincones de la tierra que resplandecen sin cesar ante sus imaginaciones y se convierten en sus pa– trias de elección. Era precisamente uno de los pere– grinajes que Francisco emprendía: -Id -dice a los hermanos que le acompañan-, y marchad de dos en dos, humildes y dulces, guardando silencio hasta Tercia, rogando a Dios en vuestros cora– zones, evitando con cuidado toda palabra vana o inútil. Permaneced recogidos durante este viaje, como si es– tuvierais encerrados en una ermita o en vuestra celda, porque en todas partes donde nos encontremos, y a todas partes donde vayamos, llevamos con nosotros nuestra celda, y el alma es la ermita que la habita, para en ella orar al Señor y meditar. · Llegado a Florencia, halló allí al cardenal Hugolino, enviado por el Papa como legado en Toscana, para pre– dicar allí la cruzada y tomar todas las medidas propias para asegurar el éxito de la misma. Estaba bien lejos, sin duda, de esperar la acogida que le dispensó el prelado. Este, en vez de alentarlo, le acon– sejó renunciar a su proyecto: _:_No quiero, hermano mío, que vayas más allá de las montañas; hay demasiados prelados interesados en crearte dificultades en la corte de Roma. Pero yo y los
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