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202 nidos secretos, concernían únicamente a los asuntos de la Orden. En vida de Francis_co, el objeto de aquellas asambleas fué esencialmente religioso._ Se celebraban no para ha– blar de negocios o proceder a la designación del ministro general, sino para fortificarse en la comunión de las ale– grías, de los ejemplos y de los dolores de los demás her– manos. Los cuatro años que siguen a la Pentecostés de 1216 forman una etapa en la evolución del movimiento um– briano: la etapa durante .la que Francisco luchó por la autonomía. Hay aquí matices pasablemente delicados, que han sido desconocidos.por los escritores eclesiásticos así como también por sus adversarios, porque si Francisco se empeñaba en _no parecer rebelde, no quería compro– -meter su independencia y sentía, con exquisito instinto, que todos los privilegios que la corte de Roma podía otor– garle no valían la libertad. ¡Ay!, debió, con todo, resignarse bien pronto a aque– llos lazos dorados, contra los cuales no.cesó, sin embargo, de protestar hasta su último suspiro; pero sería conde– narse a no comprender nada de su _· obra si se cerrara los ojos ante la violencia moral que le· hizo en eso el papado. Una ojeada sobre el conjunto de las bulas dirigidas a los franciscanos basta para mostrar con qué ardor luchó contra los favores -tan ávidamente anhelados por· lo co– mún por las órdenes monásticas. Gran cantidad de rasgos de la leyenda revelan ese desdén de Francisco por los privilegios a plena luz. Sus mismos íntimos no comprendieron siempre sus escrú– pulos: -¿No ves -le preguntaron un día- que muchas ve– ces los obispos. no nos permiten predicar, y nos hacen permanecer muchos días ociosos, antes de que podamos anunciar-la palabra de Dios? Valdría más obtener con ese objeto un privilegio del Papa, y ello redundaría en bien de las almas.

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