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198 venga a orar en esta casa acordad a ese extranjero .todo lo que os pida, a fin de que todos los pueblos de la tierra conozcan vuestro nombre para tenerle como vuestro pue– blo de Israel, y sepan que vuestro nombre es invocado sobre esta casa que yo he edificado" (1). Así oró Salomón cuando la dedicación del templo de Jerusalén, así podía orar Francisco para la dedicación de la Porciúncula con una fuerza que esas palabras no te– nían en boca del rey de Israel, con esa superabundancia de fe y de confianza que Jesús ha infundido en el cora– zón de los suyos con respecto del Padre celeste. (1) 1 Reyes, VIII, 23-44. Esta admirable oración se lee todavia en Nuestra Señora de los Angeles en el primer nocturno de los maitines del 2 de agosto. Para la liturgia de la dedicación y su simbolismo se hallará las indicaciones más completas en J. de Voragine, Legenda aurea, pági– nas 845-857, de la edición Graesse (Breslau, in 89, 1890) y en Guillermo Durand, Rationale divinorum officiorum, líber primus, cap. VI, f9 13 b-21, ed. de Venecia, 1540).

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