BCCCAP00000000000000000000793

197 fiestas que, desde el siglo XIII, casi no han variado; pero mientras hoy la multitud asiste pasiva e indiferente a ritos cuya significación profunda se le escapa por com– pleto, asistía entonces ardiente y apasionada, como a una especie de duelo entre Dios y las potencias tenebro– sas. Al ver desenvolverse toda la serie de las bendicio– nes, de las aspersiones y de las unciones, la multitud ex– perimentaba la misma emoción que el marino cuando a través de mil peligros llega a enarbolar la bandera de la patria sobre algún islote perdido del océano. Francisco se encargó de la predicación de circunstan– cias; es muy probable que en su calidad de diácono tuvo a honor hacer algunas lecturas. En las recomendaciones que debía dirigir a sus discípulos, en el momento de su muerte, respecto de su querida iglesia, hállase el eco de la liturgia de la dedicación, cuya mayor parte pudo pa– recer como dictada muy especialmente para la Por– ciúncula. "¡Oh, Eterno, Dios de Israel, nadie se os parece ni en los cielos, ni sobre la tierra: guardáis la alianza y la misericordia hacia vuestros servidores que marchan en vuestra presencia con todos sus corazones! ... ¿Pero qué? ¿Dios habitaría realmente sobre la tierra? He ahí que los cielos de los cielos no pueden conteneros, cuánto menos esta casa que yo he edificado. Con todo, Señor, mi Dios, escuchad la oración de vuestro servidor y su sú– plica: escuchad el grito y la oración que os dirige hoy vuestro servidor. Que vuestros ojos queden abiertos no– che y día sobre esta casa, sobre el lugar del que habéis dicho: allí será mi nombre. Dignáos escuchar fa súplica de vuestro servidor y de vuestro pueblo de Israel cuando oren en este lugar. Oíd desde vuestro sitio en los cielos. ¡Oíd y perdonad! " ... Cuando el extranjero que no es de vuestro pueblo de Israel, acuda de un país lejano, a causa de vuestro nombre, porque se sabrá que vuestro nombre es grande, fuerte vuestra mano y extenso vuestro brazo, cuando