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de Miñano, y eso que el Ministro de Gobernación, el general Alonso Vega, lo había prohibido rigurosamente. Un incidente: el miércoles de ceniza, a últimas horas de la tarde, apareció un "Renault" disfra– zado de túmulo fúnebre y dio unas cuantas "pasadas", hasta cuatro, junto a la casa de los Capuchinos tocando una campana anunciando el entierro de la sardina. Y ello a pesar de la prohibición municipal de que las máscaras se aproximaran a la casa de los religiosos. El caso es que a la cuarta vuelta el vehiculo fue detenido por el grueso de la Comunidad Religiosa, se les requisó la campana y los dos ocu– pantes del vehículo, de familias bien de Manzanares, fueron entre– gados a los Municipales. El Alcalde les hizo pasar la noche en la "perrera" e inscribió sus nombres en la "pizarra de los gamberros". Las familias y los amigos de los encerrados no se quedaron cruza– dos de brazos y acudieron a las "alturas", nada menos que al Gobernador, el cual mandó un "delegado gubernativo", que, -a juz– gar por lo que se comentaba-, estaba a favor de los "gamberretes", por lo que se hablaba en los corrillos de la villa de la inminente des– titución del Sr. Alcalde. El caso es que éste cogió miedo e imploró al Párroco que le acompañara ante el Gobernador para explicar su proceder. El Párroco no solo accedió, sino que llevó la voz cantante ante el Gobernador, el cual echó la culpa de todo a las mismas fies– tas, prometiendo que el próximo año no se celebrarían. Y aquí ter– minó todo. Ocurrió que, en una homilía, durante los Carnavales, el ora– dor, de forma indirecta, criticó a un comerciante de la localidad, pro– pietario de la Muñeca. Este esperó a la Semana Santa. Entonces vis– tió a un maniquí de "nazareno" y le puso abajo un cartel con las palabras de santa Teresa: Cuando perdiz, perdiz Cuando penitencia, penitencia. Por cierto que un Miércoles de Ceniza, día 22 de febrero de 1950, una "comisión" de la Cofradía de Jesús del Perdón, presidida por el Gobernador Civil de la Provincia, D. Jacobo Roldán, el Sr. Alcalde de Manzanares, D. José Calero y el párroco, P. Manuel, fue– ron recibidos en audiencia por El Generalísimo Francisco Franco, en • por Elías Martín ,,

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