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poco de lado y escondió su rostro entre las manos; pero su madre admirada contestó al Capuchino. P '? _¿ or que .. _No recibo el dinero, porque mis Superiores me han mandado que la limosna sea en especie. Y no puedo quedarme a comer aquí, porque estoy comprometido con un señor que vive a las afueras y se llama D. José. _Sí, es muy buen amigo nuestro. -Respondió Dña. Remedios; y añadió-. Puesto que no recibe dinero cuente con un costal de garbanzos. _Muchísimas gracias y Dios Nuestro Señor se lo pague aquí en la tierra y después en el Cielo. Al escuchar Ángel las razones que dió el fraile, le desapareció un poco el rubor, y se ofreció al fraile al salir: _Si usted desea, yo le acompañaré. _Joven, se lo agradezco mucho, mas no lo tome a mal, quiero ir solo; pues voy a pedir a otras familias. _Entonces, hasta la tarde. -Replicó Dña. Remedios-. _Eso es. Y el Señor quede con ustedes y les premie su caridad. _¡Adios!. Contestaron, madre e hijo. El fraile marchó, Dña. Remedios se fué a guardar los billetes que aún tenía en la mano, y Ángel se quedó en la puerta mirando con cierta ansia al pobre Capuchino, quien torció para la derecha en un cruce de calles y desapareció; pero Ángel absorto en sus pensamientos, siguió con la mirada hacia aquella parte como s1 viera todavía la figura austera de aquel humilde fraile. -71-

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