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la comunidad. _Entonces, -replicó D. Fabián-, para no molestarles, iremos a dar una vuelta por los pinos. _¡Muy bien!, puesto que así lo quieren, les daremos gusto. Salieron, pues, a dar el paseo y contemplar aquellos paisajes encantadores, de los que D. Fabián sacó varias "fotos". Estaban contemplando el Guadarrama a la sombra de unos negrillos, cuando aparecieron el P. Guardián y el P. Director, que venían a llamarlos para comer. Al verlos se levantaron y se dirigieron hacia los Padres Guardián y Baltasar y juntos se volvieron al convento, donde comieron con mucho gusto la comida acostumbrada por la comunidad, diciendo al terminar: "¡Esto sabe a Cielo!". Habiendo comido salieron a dar un paseo por el monte hasta las seis, hora en que debían regresar a Madrid. Celestino quedó en el convento y desde la cena comenzó a seguir todos los actos del Colegio. Al salir al recreo el P. Baltasar lo presentó a los niños Seráficos, quienes, formando círculo, saludaron a Celestino dejándole en el centro con el P. Director, el que les dijo: _Aquí tenéis un joven, que ha renunciado como vosotros a todas las vanidades y comodidades del mundo, para ser hijo de S. Francisco, para ser misionero. Además tiene un amigo, que quiere ser fraile, como vosotros, pero su madre no se lo consiente. Rogad por él, para que le pueda acompañar a Celestino y hacer el santo Noviciado juntos. _¿Cómo se llama éste, nuestro hermano?.- -182-

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