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esta caja, y a ver si me encomiendas en tus oraciones. _Así lo haré y muchas gracias por el regalo. Salieron todos a despedirla a la puerta de la calle y entonces dijo Celestino: _Yo les acompañaré hasta casa, y desde allí iré a despedirme de mi tía que está enferma la pobrecilla. _Es verdad; vete hijo mío... -Y se fueron-. Cuando Celestino volvió, encontró los recibidores llenos de gente que habían venido a despedirse de él. Celestino se despidió de todos aquellos y de otros muchos que llegaban sucesivamente; así estuvo hasta las diez de la noche. Todos le pedían que les encomendase en sus oraciones. Y todos recibieron palabras de cariño que no cesaban de brotar de los labios de Celestino. Admiraban el gran sacrificio que Celestino hacía con abandonar tantas comodidades como le rodeaban, para abrazar una vida austera y de penitencia. A las once se retiró Celestino a descansar. ¡ Qué sueños tuvo aquella noche!. En el último, se le representó un Colegio levantado en una elevada planicie, rodeado todo el edificio de resplandecientes y hermosísimos ángeles, y vió que en una explanada a la parte oeste del edificio jugaban alegre y cándidamente un sin número de niños y bastantes jóvenes. Un ángel tocó la campana del Convento y entonces los niños dejando los juegos se arrodillaron mirando al colegio y comenzaron a rezar. Mientras éstos rezaban la bóveda del firmamento se iluminó con una luz entre dorada y color de rosa, y en frente del edificio apareció la Divina Pastora, con el niño Jesús en los brazos, sentada en sillón formado al parecer por -165-
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