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pero antes quiero despedirme de Celestino por si acaso mañana no puedo hacerlo. Haber si le mandas llamar, amiga. Dña. Consuelo tocó el timbre y se presentó una sirvienta a quien ordenó que llamase a su hijo. Mientras llegaban los dos amigos, Dña. Remedios preguntó a D. Fermín y a su esposa Meli: _¿Cuándo vuelven ustedes por aquí a hacemos otra visita?. _Ya veremos. -Respondió D. Fermín-. _Por Navidades seguramente -repuso Dña. Meli.- _¿ Ustedes irán con frecuencia a El Pardo a visitar a Celestino?. _¡Claro!.-Contestó D. Fermín sonriéndose-, y Dña. Meli añadió: _Ya tenemos costumbre de ir, así que ahora con mucha más razón. Siguieron hablando hasta que se presentaron los dos amigos. Ángel iba serio, al revés que Celestino que se manifestaba gozoso y sonriente, lo que hizo exclamar a Dña. Remedios: _Estás más contento que unas Pascuas, ¿no te da pena dejar a tu madre?. _No Señora. Bien sabe mi madre que aunque la dejo con el cuerpo, no la abandono con el afect0 ¿ verdad madre?. _Sí; es verdad, hijo mío, sí. Dña. Remedios se despidió de D. Femín y de Dña. Meli, y por último de Celestino. Cuando parecía que se iba a ir, cogió una caja que al venir había dejado en una silla y dijo: _Bueno Celestino, yo te regalo lo que contiene -164-

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