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_¿Ese padre vive aún?. -Preguntó Dña. Remedios.- - Y come y bebe y no es otro que quien ha escrito a D. José y a Celestino.- Respondió D. Fermín con una sonrisa y manifiesta satisfacción– _¿Entonces es el Director del Colegio de El Pardo? _El mismo. Y Dña. Consuelo muy cariñosa y persuasiva: _¡Anda, anda!. A tí, Remedios amiga mía, te va acontecer otro tanto. _Con tal que no le suceda-añadió Dña. Meli- lo que a una Señora que conozco, pues no quiso dejar ser sacerdote a su hijo, Dios Nuestro Señor se lo llevó consigo juntamente con una hermana... _¡Con cuánta razón se dice que Dios castiga sin palo ni piedra!. _¡ Y qué sabia y justamente lo hace Dios, Dña. Cosnuelo!. -Exclamó D. Fermín-. Al terminar de hablar D. Fermín se presentó una criada. _Están ahí D. Fabián y su esposa Dña. Vicenta. _¿Cómo no los has pasado?. -Preguntó Dña. Consuelo- _Enseguida -respondió la criada y se fue.- - Vendrán a determinar la hora para partir mañana. -Replicó D. Fermín.- Efectivamente, a eso ,fueron y habiendo quedado en que el viaje se emprendería a las seis y media de la mañana, se volvieron a marchar, después de conversar un rato. Apenas habían salido D. Fabián y su esposa, dijo Dña. Remedios: _Yo también me voy, pues ya va siendo tarde; -163-