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cueste tanto el desprenderte de él ¿no es verdad, amiga / ? mia .. Con cierto rintintín replicó Dña. Remedios: _En parte tienes razón; pero no es esa la principal. _¿Cuál es entonces?.-Replicó D. Fermín sonriéndose-. Con naturalidad Dña. Remedios contestó: _Pronto será declarado mayor de edad mi hijo Jesús, y puede ser que, cuando yo menos lo piense, me comunique su deseo de casarse; y si él, después de casado se va a vivir a una ciudad ¿a quién voy a confiar toda la labor?. Precisamente no he dejado seguir con sus estudios a Ángel por esta razón; y ahora ¿voy a consentir que no solamente deje todo esto, sino también a mí?. D. Fermín con gran afabilidad contestó: _Si en eso se apoya usted, para contradecir a su hijo, se apoya en un motivo insignificantísimo; porque con arrendar usted todas las tierras, y después marchar a vivir a la ciudad con su hijo Jesús, me parece que es cosa muy fácil de hacer. Y hasta yo creo que usted debería de hacerlo una vez que Jesús instale su oficina en la ciudad, pues una casa tan grande como la de usted es demasiado para sobrellevarla una mujer. _Me satisface, D. Fermín, sus palabras, pero ya ve usted: mi naturaleza no está hecha para vida de ciudad, sino de pueblo. A mí me gusta mucho contemplar la naturaleza y si me encierro en la ciudad, ¿cómo voy a respirar allí el aire tan puro como por estas tierras?. Una de tantas soluciones como podría haber, se la señaló a Dña. Remedios Dña. Meli: -159-
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