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_Pues ya lo haremos, venga el otro cuadro. Celestino se lo entregó; y puesto bastante separado del otro, Ángel replicó: _Aguarda un poco y cierra la puerta mientras que vengo. Salió y apenas pasados unos minutos volvió con un rollo de cuerdas; dos bombillas de 100 bujías y un cable. Cerró de nuevo la puerta, y a prisa y corriendo, cambió la bombilla que lucía, por una de las que había traído, después encendió una cerilla y quemó por una parte el cable de la electricidad; y ya, viéndose los hilos, apagó el fósforo y empalmó el cable, que había traído, con el que había quemado. Por medio de unas cuerdas enfocó las bombillas a los cuadros, resultando cosa sorprendente. Después de toda esta faena, que se hizo con rapidez, dijo Ángel: _¿No te parece que si esta bombilla que da su luz al cuadro del infierno fuese roja resaltará mucho más el cuadro?. _Creo que sí. ¿Tienes por ahí papel transparente que sea encarnado?. _Aguarda.-Y abriendo un cajón de un artístico aparador sacó papeles de varios colores-. _Escoge, Celestino, que voy por goma. Rápido volvió Ángel con un botellín. Rodearon la bombilla de papeles rojos y enfocada su luz al cuadro exclamaron a la vez: _¡Estupendo!. ¡Magnífico!. _ya me puedo ir -continuó Celestino-, porque no conviene que tu madre me pille aquí. _Tienes razón. Vamos para allá. Miraron una vez más a los cuadros iluminados, cada uno en su color, y salieron; Angel trancó la puerta -148-
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