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_¿Quieres ahora los cuadros, Ángel?.-Pensando se quedó Ángel y luego dijo:- _Sí, sácalos ahora que nadie nos ve, y sin tardar más, nos iremos con ellos y los clavaremos en las paredes de mi cuarto; porque, ¡mira! cuando venga mi madre, yo no me dejaré ver y ella ¡claro! enseguida irá a mi cuarto; a reprenderme y... se encontrará lo que no piensa. _Muy bien está lo que has dicho, Ángel, y démonos prisa. Sacaron inmediatamente los cuadros y, cogiendo Ángel una maleta y su amigo una caja, se fueron, sin decir a nadie nada, a la casa de Ángel. Al entrar en ésta, se encontraron con Andrés que dijo al verlos: _¡ Recórcholis !. ¿Ya habéis llegado? y ¿dónde ha quedado el Señorito Jesús?. _Tu vete con Perico y Roque a la casa de Celestino a buscar otras maletas.-Replicó Ángel-. Y el criado, obedeciendo, con sus compañeros se marchó a la casa de D. José. Angel condujo a su cuarto a Celestino. Ya en él, trancó bién la puerta por dentro y dijo: _Aquí sólo Dios y los Ángeles son testigos de nuestros actos. Desenvuelve pronto los cuadros. Mientras Celestino los desenvolvía, Ángel había cogido una caja de puntitas y subiose en una silla. Al dar Celestino el cuadro del cielo, le dijo su / amigo Angel: _Mira desde la puerta para ver como le pongo.– y lo clavó en la pared-. _Me parece, -dijo Celestino-, que se ve poco, deberíamos poner una bombilla enfocada en él. -147-
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