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_Vamos para allá, después conversaremos detenidamente. Habiendo entrado los amos, los criados se desenvolvieron mejor para sacar los bultos, lo que hizo exclamar a uno de ellos: _"Gracias a Ángel que tuvo atrevimiento para mandar entrar a todos". En el recibidor estaban cambiando impresiones, cuando llegó D. José. Todos se levantaron y los venidos de Madrid le saludaron y su hija también con besos, como los buenos hijos hacen a sus padres; a lo que correspondió D. José con mil felicitaciones y enhorabuenas y los invitó a sentarse. En el rostro de todos se reflejaba la alegría menos en el de Ángel, su madre lo notó, y, cuando nadie la veía, dejaba escapar una mirada impregnada de ira hacia su hijo. Celestino la cogió en algunas de ellas y compadecido de su amigo dijo: _¡Bueno!, con permiso de ustedes Ángel y un servidor nos retiraremos a llevar las maletas. _Está bien, -respondió D. José- y los dos amigos, hecha una inclinación de cabeza, se salieron. Ya solos, prorrumpió Ángel: _Gracias, amigo mío, por haberme sacado de la presencia de mi madre... _Ya noté, Ángel, que a veces te lanzaba miradas amenazadoras y, so pretexto de lo que dije, procuré librarte de otras muchas más. _Y ¡chico! tuviste buena ocurrencia. _Vamos a cumplir lo que dije para que no resulte una mentira. Al coger Celestino la maleta donde estaban los cuadros preguntó: -146-

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