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_Nada perdemos con preguntar; pero... ¿para qué los quieres?. _No los quiero para mí, sino para tí, Ángel. _Y ¿para qué me van a servir a mí?. _Para lo siguiente; y te lo diré en breves palabras, porque no conviene que llamemos la atención a los que por aquí pasan. Digo que, si no te parece mal, compraremos este cuadro y otro que represente el infierno, si es que se vende, para que los cuelgues, sin que se dé cuenta tu madre, en una habitación, y cuando los tengas ya colocados, la llamarás y ... _Y ¡Basta, Celestino!. Ya te he comprendido, y me parece que es una ocurrencia feliz. Así que vamos a entrar a ver si tienen el otro cuadro que me hace falta. Preguntaron y como le sacasen varios cuadros que representaban el infierno, escogieron el que más contraste hacía con el del cielo.Habiéndolos comprado, salieron de la librería muy contentos; y comenzaron los comentarios y con estos, los interrogantes y problemas, ¿cómo resolverlos?. _¡Menudo golpe se va a llevar mi madre!. Si de esta no cede... entonces si que digo que se necesita un milagro; pero... ¡oye!.¿Cómo me arreglaré yo para que mi hermano Jesús no me los vea?. Pues está bién que no lo sepa nadie, no sea que se lo digan a mi madre antes. _Los pegaremos por todos los lados, y a no ser que rompan este papel que les envuelven o que lo despeguen... _Mucho me temo que aún con eso no se entere -142-