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conversación y fue tan animada que el conductor juzgó conveniente avisar cuando llegaban a la plaza de la Libertad, de la que estaban cerquita las dos casas a donde se dirigían. Celestino interpretó la advertencia del chófer como si fuese una pregunta, y le indicó: _Primero vamos a dejar a Jesús y Ángel. Después, a nuestra casa. Eran las diez y media de la mañana. Ya por la tarde, hacia la hora 16 Celestino marchó a buscar a su amigo Ángel, para dar un paseo por la ciudad. _¿Dónde está tu hermano Jesús?. _En la cama, descansando del viaje. _Pues lo mismo están haciendo mís tíos y mi hermana. _¿Quieres dar un paseo por ahí?. _Para eso he venido, Ángel. _Aguarda un momento, amigo, que voy a mudarme la chaqueta. Cuando Ángel volvió, marcharon a la plaza Mayor y habiendo dado un par de vueltas por ella, cogieron después la calle de la Rua adelante. Al pasar enfrente de la librería Religiosa, Celestino se detuvo de repente, y se quedó mirando el escaparate. _¿Qué miras?.-Preguntó Ángel-. _Me llama mucho la atención ese cuadro que representa el cielo. ¡Qué colores más vivos tiene!. ¡Jamás he visto otro semejante!. _¿Deseas hacerte con él?. Si quieres ... será un regalo mío. _Es otro el pensamiento que me ha venido, Ángel, mas necesitaría también otro cuadro que represente el infierno y que sus colores fuesen tan chillones o vivos como estos. -141-

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