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no a mí. _¡No es cierto!. Yo te amo, más que a mi vida... _¿Más que a su vida?. Puede ser; pero no más que a su honor, que a su honra y que a su comodidad. _Prueba lo que afirmas. _Allá va. Usted no me deja ser Sacerdote porque sueña en unirme con la hija de los Marqueses XX y de esta unión quiere aprovecharse... _¡Calla, calla!. No continúes. ¿Así piensas de tu madre?. _¿Por qué me interrumpe?.¿He puesto el dedo en la llaga?. Pues todavía no he dicho nada... _Me estás insultando... _Estoy diciendo la verdad sin insultarla... _¡Mentira!. Yo no te dejo ser Sacerdote porque no tienes vocación. _La tengo. Dios me la ha dado, y Él me la conserva; pues de lo contrario, usted ya me la hubiera quitado. _¿Prueba que tienes vocación?. _¿Qué pruebas quiere usted?. Ya no asisto a los bailes, comulgo casi todos los días, rechazo toda amistad de distinto sexo, renuncio a lo que pretende usted, y a pesar de su continua contradicción, me encuentro animado y anhelo vehentemente llegar a ser Sacerdote; y ¿todavía quiere mayores pruebas?. _Sí, quiero que me obedezcas. _Me parece que nunca la he desobedecido desde el día que la declaré mis deseos. _Nunca me has obedecido, desde ese día, dí más bien; porque cuántas veces te he dicho que no me hables de eso y tú ¿cómo has cumplido ese mandato?. _Es que en eso no debo obedecerla. -132-