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rebosa vida y alegría y ¡ que solamente mi alma, Celestino, esté anegada en tristeza!.. ¡ Y que sea la causa de esto mi propia madre!. .. _¡Vamos!. No comiences, Ángel... _Sí, mejor será porque... -_Ya llega D. Antonino, y no está bien que note nada. _Tienes razón. Desimularé. Y levantémonos, Celestino. Faltaban unos metros todavía y ya el sacerdote preguntó sonriente: _¡Hola!. ¿De paseo?. _Sí Señor, a saborear algo las bellezas que nos ofrece este mes. -Contestó Celestino-. _Y las mamás ¿en casa?. _Sí, Señor.-Celestino respondió otra vez, y preguntó: _¡Qué!. ¿Ha venido usted a recoger algún ramillete de flores para la Virgen?. _No es ese el objeto principal, Celestino; pero de paso no estará mal llevar algunas. _Nosotros le ayudaremos, -dijo Ángel-. El buen cura se rió casi a carcajada; y como Celestino creyera que D. Antonino se lo había tomado a broma, insistió: _Sí, Señor Cura. Va de veras. Nosotros también queremos obsequiar a la Reina del Cielo. _A la Reina del Amor Hermoso puedes decir, Celestino, porque todo este mes está dedicado por la Sta: Madre Iglesia a la Madre del Amor Hermoso. _Muy bien, así -repuso Celestino- que el ofrecimiento de las flores es hecho a la Virgen María bajo ese preciosísimo título del Amor Hermoso. -126-
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