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Se fue con prisas a la montaña 489 El me contestó: -Por tus sacrificios, tus aguantes, te depo ser intercesora 18 para hacer el milagro. Y yo le dije: -¿No es mejor que sea con todas o, si no, que no pongas a ninguna por intercesora? -No. -¿Iré yo al cielo? -Amarás mucho y rezarás a nuestros Corazones. -¿Cuándo me das la cruz? (El no me contestó.) -¿Qué seré yo? (No me contestó; sólo me dijo que, en cualquier parte y en lo que sea, tendré que sufrir mucho.) -¿Me voy a morir pronto? -En la tierra tendrás que estar, para ayudar al mundo. -Yo, poca cosa; no podré ayudar nada. -Con tus oraciones y sufrimientos ayudarás al mundo 19 • -Cuando se va al cielo, ¿se va muerto? -Nunca se muere (del todo). (Yo creía que no íbamos al cielo hasta resucitar) 20 • Le pregunté si estaba San Pedro a la puerta del cielo para recibirnos, y me dijo que no 21 • Cuando yo estaba en esta conversación, en esta oración con Dios, me sentía fuera de la tierra. Jesús también me ba dicho que ahora hay que amar (más) a su Corazón. A mí, · de los sacerdotes, me ha dicho que tenía que rezar mucho: para que ellos sean santos y cumplan bien sus deberes; para que hagan a otros mejores: "a los que no me conocen, que les hagan conocerme; a los que me conocen y no me aman, que hagan que me amen".» Esta página de la historia de las «locuciones» en Garabandal es realmente admirable... ¡Cuánta materia de reflexión! 18 «Intercesora» en el sentido de que podía servir de instrumento para la reali– zación del Milagro. De hecho ha servido para difundir su anuncio y expectación. 19 Esto que se dijo a Conchita vale para todas las almas de buena voluntad. Todos podemos, y debemos, hacer algo... ¡ Misterio verdaderamente tremendo y que nunca se ponderará lo bastante! -exclamaba Pío XII en su encíclica «Mystici Corporis»-: que la salvación de unas almas dependa de las oraciones y voluntarios sacrificios de otras. 20 La muerte, para u::i cristiano, no es el definitivo acabarse de todo, sino el quebrarse de la realidad presente, para entrar en otra muy distinta, que puede set maravillosa o espantosa... El alma entra inmediatamente en la nueva realidad; el cuerpo habrá de aguardar a la resurrección. 21 Conchita expresa ingenuamente la vulgar creencia -i presente en tantos chis– tes!- de que San Pedro es el portero del Cielo. Dicha creencia no tiene más funda– mento que una equivocada interpretación de las palabras dichas por Jesús a su apóstol cuando el episod:o de Cesarea de Filipo (Mt. 16, 19). Leyendo el texto de esta locución se advierte bien 'la verdad de aquell~ que Conchita decía más tarde, el 17 de noviembre de 1966, a la Madre del coleg10 de Burgos: El Señor es muy serio, y cuando me hablaba parecía preocupado por todos. La Virgen, como más por mí... Pero no era tan diferente el estilo de la Virgen: Cuando nosotras le hablábamos de cosas demasiado personales, no nos contestaba; se preocupaba mucho de los demás (30 de abril de 1967).
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