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Se fue con prisas a la montaña 487 yo pudiera oírlas cuando quiero, todos los momentos haría para te– nerlas. » Conchita declaró que las locuciones le habían venido siempre estando en oración: alguna vez, en su casa; pero de ordinario, en la iglesia. Lo mismo afirmó Loli, aclarando que dos veces las había tenido en su habitación, de forma inesperada; otra vez, mientras rezaba en el Cuadro de la Calleja; y las restantes, en la iglesia, una de ellas después de comulgar. Muy interesante fue la p regunta de don Luis sobre qué escogerían ellas, entre una aparición, una comunión y una locución. ¡«La comu– nión!», respondieron sin titubeos. «Compréndase -anota don Luis– el valor de esta respuesta, teniendo en cuenta el estado de felicidad y los efectos que para ellas se seguían de las apariciones y locuciones, en contraste con la aridez y sequedad que envolvían tantas veces sus comu– niones.» A las videntes, en sus locuciones, debieron de decírseles muchas co– sas, que no sé si ll~aremos a conocer algún día. Está claro en estas líneas del P. Retenaga: «Conchita me dijo que un día se le había dado una respuesta para cierto señor, que no es católico; también tuvo otra respuesta, con reve– lación de secreto, para un joven, que manifestaba no creer en Dios ni en los sacerdotes .. . 1 '; y que, respecto a ella misma, se le han comuni– cado cosas secretas sobre su vida actual y su porvenir, pero no especi– fica, por faltarle una autorización expresa de la Virgen.» Aún más signi– ficativo fue lo ocurr:do con Loli: «Yo había pedido a Loli que me pu– siera por escrito algunas cosas ... Conversaba con ella la tarde del 25 de julio ,cuando me dijo que aquella misma mañana había querido escribir lo que .yo le pedía, ~ estaba ya dispuesta a empezar; pero una fuerza superior le echaba para atrás el brazo, al mismo tiempo que se le decía en una locución: "Por ahora, no le escribas nada." Disimulé mi sorpresa, y le dije que era natural que no me escribiese nada de aquello, habién– dosele borrado de la mente lo que quería decirme. Me respondió que se acordaba perfectamente de todo, pero que no podía escribir, por aquella fuerza superior que le detenía el brazo... , y que había también bastantes otras cosas que no podía referir.» De todo esto, cualquiera puede sacar la consecuencia de que igno– ramos aún una considerable porción de lo que verdaderamente ha habido en Garabancal... Y ¿quién puede extrañarse? Aquello fue de extraordinarias proporciones, tanto en duración corno en intensidad. * * * En este espaciado proceso de las «locuciones», que ocupó 1963, inter– vino primero la Santísima Virgen; luego, también el Señor. 15 Esto dio pie a que la gente creyera que Conchita escrutaba las conciencias. Yo recuerdo muchas veces lo que pasó en mi pueblo -le decía Conchita a la Madre del colegio de Burgos el 8 de noviembre de 1966-. Hubo quien no fue allí por creer que yo adivinaba las ccnciencias. Esto me daba risa. Yo, ¿cómo iba yo a adivinar las conciencias? Las cosas que decía entonces a algunas personas me las avisaba la Virgen. (Véase el último capítulo de la primera parte.)

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