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486 apanc1ones preguntaban por el significado de de palabra "concilio", y varias veces, a mí mismo, me han pedido aclaración sobre palabras que a todos nos parecen muy corrientes. El haber vivido sin sacerdote resi– dente en el pueblo ha traído dificultades para su formación religiosa. Hoy, el alma de estas niñas está mucho más iluminada que antes; pero tropiezan con grandes dificultades para describirnos sus experiencias íntimas... »En mi primera exploración, me di cuenta de que Conchita nadq sabía de que se hubiera dado el mismo fenómeno en Loli (y ésta estaba en el mismo caso respecto a ella); pero ambas me coincidieron, por separado, en las respuestas ... , insistiendo ambas en que, en aquello que les había pasado, no habían intervenido para nada ni sus sentidos ni su imaginación. »No conforme con aquel primer examen, al regresar de Garabandal a mi residencia, formulé un cuestionario de preguntas y aproveché el viaje de Conchita a Lourdes 14 para completar mi información; más tar– de, en el mes de julio, continué interrogándola a ella, y luego, por separado, a Loli.» Extracto a continuación las respuestas más interesantes de las dos videntes al cuestionario de don Luis: A la pregunta de si aquellas hablas interiores habían sido captadas por su oído corporal, las dos niñas respondieron terminantemente: «No, señor.» También descartaron en absoluto el que hubiese intervenido su ima– ginación o el que hubiera sido como en un sueño; contra esto último, Conchita afirmó: «Fue de día», y Loli: «Fue estando bien despierta.» Negaron igualmente que ellas pudiesen tener tales hablas interiores cuando quisieran... «Oye, Lolita -le dijo a ésta don Luis-: como Jesús está en el Sagrario y tú le recibes todos los días, teniéndole así, tú po– drás escuchar sus hablas siempre que quieras, ¿no?» «¡Ah! No, señor. Si " Este viaje, arreglado por don Luis L. Retenaga, tuvo su historia. El 9 de mayo escribía Conohita a don José Ramón, el cura de Barro: Todavía no sé si iremos a Lourdes,· mi mamá cree que no, porque vidió (a Dios) que si esto (lo de Garabandal) era cierto, que fuéramos, y si esto es mentira, que nos quedemos.. .,· y ella cree que no vamos. Siete días más tarde, el 16, nueva carta al mismo destina– tario: Ayer he recibido su carta, y ya le contest9, para decirle que hoy me marcho (seguramente a Rentería o San Sebastián, a fin de juntarse allí con los peregrinos de la diócesis guipuzcoana) para ir el sábado a Lourdes. Con este viaje de Conchita a Lourdes está también relacionado cierto intere– sante episodio de la vida familiar de don Plácido Ruiloba. Sobre la «actitud» de la niña de Garabandal en aquella su primera visita a un lugar tan fuera de serie como Lourdes, tenemos un valioso testimonio: «Entre los 1.300 peregrinos españoles, que entusiásticamente ponderaban la ambientación del recinto donde tienen lugar los actos de piedad, ante la emoción religiosa que se compartía junto a la Gruta o durante el baño de los enfermos, ante el fervor que se palpa cuando la bendición a los enfermos con el Santísimo, ante el impresio– nante espectáculo de la procesión de las antorchas, etc., puedo asegurar que Con– chita, a sus 14 años, fue la persona que me dio impresión de mayor equilibrio, prudencia y• serenidad, con una piedad más fundada sobre la tranquila seguridad de la fe y las virtudes, que sobre el vaivén de los entusiasmos momentáneos. Si ella hubiese adolecido de alguna enfermedad psíquica, como a veces se ha dicho y se repite, ¿hubiera podido mantenerse así?, ¿no hubiera caído casi inevitable– mente en «éxtasis»? (Don Luis López Retenaga, informe citado.)

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