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482 veces que seriamente mandé a mi hija a la cama, sin esperar a la hora prevista para la aparición, ésta no se produjo, aunque la niña ya hubiese tenido llamadas; en cambio, cuando no la obligaba de verdad, porque yo hablaba en broma o sólo quería probarla, entonces no fallaba la aparición" ... »El pueblo, dentro de su sencillez, ofrece una tónica general de reli– giosidad; dentro de este ambiente, y hadendo referencia al caso de Mari Cruz, he escuchado opiniones que explican lo que ocurre con la niña, por la falta de una profunda religiosidad en sus padres. Estos, sin mala voluntad, pero faltos de una gran fe, se habrían opuesto más o menos inconscientemente a los designios de Dios. Quizá por evitarse las moles– tias que situaciones como ésta de Garabandal traen siempre consigo. »Un visitante del pueblo me escribía con fecha 5 de febrero último, que Mari Cruz le había negado que ella hubiese visto a la Virgen; pero -añadía- le había_ llamado mucho la atención que Mari Cruz, mientras negaba, no hacía más que mirar fijamente a su madre. Cuando él argüía con los éxtasis que él mismo había presenciado, intervenía la madre para tratar de explicarlos con el recurso a la enfermedad... »En mi última visita a la aldea he presenciado la "fiesta del gallo", consistente en una merienda especial que organizan el domingo de car– naval 7 los niños del pueblo: ellos por una parte y ellas por otra. Apro– veché la ocasión para estar con Mari Cruz, quien, después de alguna re– sistencia, se prestó a dialogar conmigo. El nerviosismo acentuado de la niña contrastaba visiblemente con la naturalidad y espontaneidad con que me habían hablado antes Conchita, Loli y Jacinta. »A la pregunta de si había visto a la Santísima Virgen, respondió, ner– viosa, que no, que era mentira... -¿Aguantarías ahora aquellos éxtasis hasta de dos horas que algunas veces tuviste, y que te pinchasen, etcétera? -No sé. -¿Tú has estado enferma, según dice tu madre? -No, señor. -¿Por qué mirabas tan fijamente a tu madre cuando te han pregun- tado si habías visto a la Virgen? -No lo sé. -Más de una vez, después de los éxtasis, el señor párroco, con otros sacerdotes y algunos médicos, os han tomado declaración a las cuatro, una por una, separadamente; todas coincidíais con exactitud en los de– talles que dábais acerca de la visión... ¿Cómo explicas esto, si ahora dices que no has visto nunca a la Santísima Virgen? Respuesta: un silencio total. -Si no has visto a la Virgen, como dices ahora, entonces las cuatro os pondríais de acuerdo para fingir aquellos falsos éxtasis, y ensayaríais muchas veces, para hacerlo tan bien como lo hacíais, ¿no? -No, señor; nunca hicimos eso. -Bien. Otra cosa: ¿Has tenido miedo de ir a la cárcel por decir mentiras? 7 Aquel añ-.> cayó en 24 de febrero.

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