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476 Si Garabandal parecía estar marcado desde el principio por grandes signos de interrogación, aquel brusco corte de su proceso («la Virgen no se despidió ni nos dijo nada») no hizo sino dejarlos más abiertos que nunca, con todas las posibles respuestas en el aire. Pero este penoso desenlace no puede hacernos olvidar que 1962 fue un año de maravillas 17 , cuyas huellas perdurarán: en centenares de personas que tuvieron la suerte de verlas; en muchísimos más que no las llegaron a ver, pero que en ellas creen de todo corazón 18 • Todas venían con una superior finalidad: despertar más nuestra aten– ción hacia el misterio insondable del «Ernrnanuel »: Dios con nosotros. 11 Y que nos dejó corno final un sorprendente anuncio. De la noche del 19 al 20 de diciembre, miércoles a jueves, hay algo muy impor– tante, según las notas del señor Clapes Maymó : «Conchita tuvo éxtasis de 3,15 a 5,15; empezó en su casa y estaban presentes: la señora Salisachs, Nati, la madre de la niña, su hermano Serafín... Salió de casa, recorrió el pueblo, subió al "cuadro" y bajó de espaldas, fue al cementerio, a casa de Mari Cruz... »Durante el éxtasis se le oyó: Mercedes (Salisachs) dice que S. Malaquías ha profetizado sobre los Papas, y que ya sólo quedan dos ( .. .). »Después del éxtasis, Conchita nos comunicó la respuesta de la Virgen: que después del actual {Juan XXIII) habrá todavía tres; luego ya no habrá más. » De todo esto se hablará más adelante. 18 El tantas veces citado don Luis López Retenaga, al redactar su primer informe sobre Garabandal, en diciembre de 1962, resume así la dimensión cristiana de aque– llos fenómenos: «Lo que las niñas, en nombre de la Virgen, piden a nuestro mundo de hoy es más oración, más penitencia, más vida eucarística. » Esto último -más vida eucarística- creo que configura, definiéndola, la fiso– nomía propia de este segundo año de Garabandal; corno la dimensión de «epifanía mariana» pareció caracterizar al primero. Ya hemos visto cómo menudearon las visitas al Santísimo y las «comuniones místicas» de las niñas. No sé cuándo ocurrió la última de éstas; pero sí sé cuándo se produjo su última expectación. Fue el primer viernes de enero de 1963, según explica Maxirnina en una carta del día 8 a los señores Ortiz. Después de rezar tem– pranamente el rosario en «la calleja», como todos los días, Conchita y sus fami– liares bajaron para la iglesia, a rezar la estación al Santísimo; en el pórtico tuvo la niña aparición, y minutos después empezó a llorar. «Le preguntamos -escribe Maximina- por qué lloraba, y ella nos dice: Porque el ángel no me ha dado la comunión. -Pero ·¡ si hoy es primer viernes y viene el cura a decirnos misa en el pueblo! -¡ Es verdad! Ya ni me acordaba. Y el ángel sin decirme nada... Aquí -concluye Maximina- tuvimos otra prueba chiquitina (de la verdad de la aparición), porque si llega a decir que le dio la comunión el ángel, fracasamos todos de repente» {se refiere la buena mujer a la cosa tan sabida y repetida de que el ángel sólo venía para dar comunión, cuando faltaban sacerdotes que pu– dieran hacerlo).

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