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Se fue con prisas a la montaña- 475 de Maximina, que me ha dejado el doctor Ortiz; llego a la conclusión de que para ellas el último día fue entre el 8 y el 16; porque en una carta fechada· el 8 de enero habla normalmente de las apariciones y en otra, del 16,' se desahoga desde la nueva situación». Leemos en la del día 8: «Esto del milagro, que parecía que iba a ser tan luego, se va prolonganqo mucho. Pero no se preocupe, que ellas están con la misma ilusión; dicen que no ha tardao, que todavía no se les ha pasao la fecha ... Ahora van mucho· a los Pinos; Conchita, todas las noches; baja de espaldas y de rodillas toda la cuesta y un buen trozo del camino; siempre va sola ahora. Las otras dos van juntas, cogidas del brazo; también, todas las noches que van, bajan de espal– das. Loli, ya sabe, todas las noches tiene aparición; pero no sale nada más que las noches en que sale la otra... » Y dice la del día 16: «Ya sabrá todo lo q:,¡_e pasa .. . Conchita es ya la única que ve a la Virgen, si es cierto; las otras negarQn que la veían. Así que usted dése cuenta ... » Nosotros podemos también darnos cuenta de los efectos que cau– saría en el pueblo aquel giro tan inesperado ée los acontecimientos. En las cartas de Maximina tenemos algún dato; dice la del día 16: «Aquí hay una pandilla (de mujeres) que están contentísimas, porque esto no sea cierto; ya sabe usted, hay mucias envidias. Y hay otra pandilla, que creen mucho más que nunca. Yo, le digo que es una sobrina (Conchita) y a ella sí la creo, que la pobre no mentirá; pero en la aparición creo muy poco. ¡Dios mío! ¿No le parece que, si esto no resulta, que va a ser la perdición para muchísimos?... Ya se puede figurar cuántos líos hay por aquí...» Y en otra, del 11 de febrero, a la misma destinataria, doña Eloísa de la Roza Velarde: «Por aquí, mientras no vuelvan a verse aparicio– nes, no hay nada de particular. Yo llegué a dudarlo todo, por completo; hoy estoy ya otra vez convencida de que aqui algo hubo... » Por las mismas fechas, Conchita escribía una tarjeta postal a doña María Herrero de Gallardo, que ésta recibió en Madrid el 18 de febrero, y le decía en ella: «Me dice si es verdad que ya no tenemos aparición. Pues sí, ya hace una temporada que no la tenemos ... No sé cuándo se me volverá a aparecer la Virgen, porque E 'i.la no se despidió ni nos dijo nada. Aquí la gente está muy desanimada.» 16 Así pues, el año 1962, año segundo• de Garabandal -tan importante, tan colmado- desembocó inesperadamente en la crisis de enero de 1963. " También Jacinta afirma que la Virgen dejó ée apárecérseles (en enero de 1963), «sin despedirse ni dar ninguna explicación». Pero de sus visitas, como perdidas ya en una confusa lejanía, le queda aún un recuerdo maravilloso. En tales ·visitas, Ella escuchaba y hablaba con delicadeza y dulzura maravi– llosas. Nunca la vieron con un gesto adusto, ni la más pequeña muestra de enfado. Siempre que venía, después de escuchar con sonriente paciencia y el mayor in– terés, aprovechaba su turno para adoctrinarlas poquito a poco en puntos de vida espiritual. Jacinta recuerda sobre todo, aparte de sus enseñanzas sobre la oración y el modo de rezar, las cosas que les decía sobre el sacerdocio y los sacerdotes. «Creo que esto .fue lo que más me impresionó, y jejó en mi alma tal estima y veneración por ellos que yo no acierto a explicar.»

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