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Se fue con prisas a la mon::aña 471 nuestros pueblos y ciudades industriales ... Con esta su psicología can– dorosa e ingenua, las niñas, durante año y medio, han venido presen– tando a la aparición, desde la broma más pueril hasta los problemas más serios y urgentes, traídos por los circunstantes .. . Estos buscaban más encontrarse con lo maravilloso e impresionante, que atenerse a las exigencias del mensaje que proclamaban las niñas... Y en la conjun– ción de estos dos mundos psicológicos, el de las niñas y el de las muche– dumbres, creo que está la explicación de cómo pudo llegarse desde unas «bromas» hasta la expectación de un gran milagro.» Al lado de esta difusa presión de las muchedumbres sobre la «in– consciencia» de las niñas -habituadas a vivir Jo sobrenatural como algo cotidiano- había también otras presiones, provenientes de cosas que enturbiaban la pura corriente de los i,sucesos» de Garabandal. También aquí el señor López Retenaga apur:ta: «Cierto antagonismo, ya antiguo, entre las familias de las niñas.» Hagámonos cargo. Conchita iba quedando, poco a poco, pero cada día más, en un primer plano de atención y de «atencic:mes» ... Quizá fa– miliares y amigos de las otra's, por esas envidias aldeanas .que tanto pululan y tanto conocemos, pinchaban a éstas de mil modos, lleván– dolas casi inconscientemente a un cierto afán de no ser menos: si Con– chita tenía «su» milagro, ¿por qué ellas no iban a tener igualmente el suyo? A esto se añadía, me parece, la urgencia de buscar una salida o desen– lace para todo aquello. Las familias debían de sentir ya bastante can– sancio_ con la inacabable serie de fenómenos, que habían perdido ya mucho de su primera emoción, pero que seguían siendo constante motivo de preocupación durante el día y de falta de descanso por la noche. ¿Cuándo y cómo iba a terminar aquello? Porque parecía llegado el tiempo de que aquello terminara. Y que terminara en algo que «valiese la pena». A los que estamos aquí -declara en su carta .Maxi– mina-, ya no nos hace sensación nada, que ya estamos hechos a todo; esperamos ver otra cosa más grande ... Entonces, quizá pensaron las niñas hacer frente a la situación con el anuncio de un milagro; puesto que lá Virgen venía dando a entender, con su repetido ya creerán, ya creerán, que hc.bía de ocurrí,· algo mara– villoso, ¿tenía acaso importancia adelantársele - y hasta presionarla– con anuncios de un prodigio, que no podía es:ar ya lejos? No busco justificar a las ·niñas, sino apuntar las «circunstancias» que pudieron disminuir, quizá sustancialmente, su responsabilidad en un proceder que merece ser reprobado. Pues bien, si lo que eilas buscaban era apresurar un desenlace, lo consiguieron. Pero el desenlace vino con signo muy distinto del que seguramente imaginaban. Al cabo de 19 meses, ¿el punto final? Hemos de volver ahora, en estas alturas de nuestra historia, a ese diario de Conchita, que tanto nos ayudó al principio, pero que de

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