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468 desasistidos que han estado en la Navidad 5 , da esta escueta referencia sobre la situación: «Las apariciones siguen como siempre; pero del milagro no hemos vuelto a saber más... » Cuenta luego la emoción de dos asturianos (que hospedaba en su casa), a causa de una "prueba" recibida, y añade: A los que estamos aquí, ya no nos hace sensación nada, ya que estamos hechos a todo; esperamos ver otra cosa más grande, y no sé cuándo la veremos, que parece que ya no nos mientan nada del milagro. Parecía que el de Loli y Jacinta iba a ser, según habíamos entendido, este año; pero este año, al ver, ya no es. ¡La cosa es que fuera!, que tememos que no sea (ni este año ni nunca). Conchita dice que el de ella no ha tardao... » Por estas líneas y por otras referencias que andan por ahí, puede verse claro que a finales de 1962 flotaba en el ambiente de Garabandal un doble anuncio de milagro: por una parte estaba Conchita, que se mantenía en sus dichos; por otra, Loli y Jacinté.l, que apuntaban a algo diferente 6 • Estas hablaban de «su milagro» como si estuviera muy próximo; y la gente, bien porque ellas lo hubieran dicho así, bien porque se las hubiese entendido mal, andaba persuadida de que tal milagro ocurriría antes de que terminase el año 7 • Pero el año acabó, y de lo esperado nada hubo... Un peso de tris– teza, de amargo descontento, empezó a oprimir a parientes, vecinos y visitantes. No sólo por no haberse producido el milagro en las fechas que ellos pensaban, sino t.ambién por el temor de que no se produjera 5 El día de Navidad no tuvimos misa de gallo (medianoche), ni de gallina, como nosotros decimos; o sea, que no tuvimos nada, ni de noche ni de día. Así que no conocimos que era Navidad; no subió don Valentín por el mal tiempo. Pero si en tan entrañables fiestas les faltó a los de Garabandal lo más impor– tante para el pueblo cristiano: la celebración de· la Eucaristía, no les faltó, en cam– bio, el especial favor del Cielo, a través de sus niñas videntes. Escribe Maximina: La Nochebuena, Jacinta y Loli estaban en los Pinos, ¡a las doce de la noche!, y estaba una noche muy mala, nevando y con mucho frío. Con– chita pasó toda la noche en la cocina, y a las cuatro de la mañana fue en éxtasis a los Pinos, y de allí bajó un buen trozo de rodillas, por encima de la nieve, y luego fue al cement~.rio... 6 Es indudable que la gente, en estos últimos meses de 1962, estaba a la espera de dos milagros, que se anunciaban como distintos: uno -más inmediato-, «el de Loli y Jacinta»; otro, «el de Conchita». Jacinta y Loli hablaron ciertamente de «su milagro»; pero hay motivos para dudar de que inicialmente partiera de ellas la cosa... He podido, ¡ al fin!, hablar con Jacinta (en Santander, 10 de noviembre de 1973), le he preguntado sobre el asunto, y de sus palabras he sacado bien en limpio: l.º Que a ella, la Virgen nunca le prometió abiertamente un milagro; siempre que se lo pidió, «para que la gente creyese», obtuvo sólo, como respuesta, el silencio, o un vago «Ya creerán. Ya creerán». 2. 0 Que fue Conchita quien empezó a meterles en la cabeza a ella y a Loli lo de un milagro inminente, en el que las dos iban a intervenir, y en este sentido, y por la palabra de Conchita, hablaron ellas de «su milagro». No es fácil poner en claro qué es lo que buscaba Conchita al montar todo eso... 7 De octubre a diciembre, las frecuentes cartas de Maximina González a la fa– milia Pifarré tocan una y otra vez el tema ese de «el milagro de Jacinta y Loli».. . Se presenta tan inminente -por lo que dicen las niñas- que Maximina expresa repetidamente sus temores de que no pueda avisarles con el tiempo necesario para que ellos hagan el viaje desde Barcelona a Garabandal (entonces no había teléfono en el pueblo); llega a veces a retener la carta, ya escrita, durante unos días, porque las niñas van a decir la fecha de un momento a otro...
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