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456 Sí, del todo imprevisible... para los hombres; no así para Quien tal vez se llegaba a la p,erdida aldea montañesa, precisamente porque ya veía lo que estaba por venir. A vueltas con el Milagro A pesar del «cuasi-entredicho» 12 episcopal que pesaba sobre aquellos fenómenos y el lugar qtie les servía de escenario, allí arriba no se apagaba -la llama. Las niñas, influidas por la Virgen, respetaban como nadie las dispo– siciones de la legítima autoridad. Leemos en el informe ya citado del P. López Retenaga: «Aunque ellas han conocido la nota del obispado, siguen en posesión de la paz inalterable que las q.racteriza; y esa paz saben compaginarla con una clara advertencia de lo que exige la obe– diencia en los demás: cal:'ta tengo de Conchita en la que señala la presencia de cuatro sacerdotes en el pueblo, haciendo constar que, aunque a ella le agrada ver allí sacerdotes, éstos harían mejor en obe– decer al señor obispo.» Sí, las niñas se mostraban en todo sumisas a la legítima autoridad; pero no tenían por qué compartir las apreciaciones de la misma sobre los hechos. Les era evidente, que aquello que ocurría, pi dependía de ellas, ni de nada ni de nadie que ellas supiesen. Podía comprobarlo -cualquiera que con ellas hablase... Doña María Herrero de Gallardo, por ejemplo, pudo entretenerse con Loli precisamente en la «velada» de aquel día 7 de octubre en que el obispo de Santandr, antes de partir para Roma, ponía su firma a la nota oficial que antes hemos copiado. En cierto momento la señora preguntó a la niña: -Dime, Loli: ¿qué Virgen es la que ves tú? - No hay más que una Virgen -replicó la pequeña-, aunque pueda tener diferentes advocaciones, como Virgen del Carmen, Virgen del Ro– sario, Virgen del Pilar... -Pero, bueno, ¿cómo es la Virgen que tú ves? Loli hizo una vez más la descripción de la Virgen que ella y sus com– pañeras habían visto tantas veces, y concluyó con entusiasmo: -Pero no hay nada como sus ojos. No se parecen a nada -ni a nadie en el mundo... Yo no soy capaz. de describirlos, sólo puedo decir que son tan bellísimos, que una no puede hacer otra cosa que mirarlos. Horas después de esa charla, hacia la 1,30 de la noche, llegó el éxta– sis de Loli. «Cayó de rodillas -nos dice doña María- allí en la cocina, pegada casi a la pared de la izquierda: su cara estaba verdaderamente transfigurada y sus cabellos caían sobre las espaldas de forma muy bonita; sus ojos miraban absortos hacia arriba, hacia el techo, de donde 12 El «entredicho» es una de las graves penas con que la Iglesia castigaba antes ciertos delito.s mayores de sus miembros; el Código de Derecho Canónico (ca– non 2268) lo define así : « El entredicho es una censura por la cual se les prohíben a los fieles algunos bienes sagrados. Esta prohibición se hace unas veces directa– mente -entredicho personal-, cuando el uso de tales bienes se prohíbe a las personas mismas, y otras indirectamente -entredicho local- cuando se prohíbe darlos o recibirlos en determinados lugares.»
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