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Se fue con prisas a la montaña 455 alboreado el día tan deseado en que el Concilio ecuménico Vaticano II se inaugura solemnemente aquí. .. »Nos parece necesario decir que disentimos de esos profetas de cala– midades que siempre están anunciando infaustos sucesos ... »Henos aquí juntos, reunidos en esta Basílica Vaticana, en torno a la cual gira ahora la historia de la Iglesia, y donde el cielo y la tierra se unen en estos momentos estrechamente... El Concilio que comienza, aparece en la Iglesia como un guía prometedor de luz resplandeciente. Ahora, es sólo la aurora, el primer anuncio del día que ya surge: ¡de cuánta suavidad se nos llena el corazón! » Palabras y sentimientos bonitos, ciertamente. Lo que ahora, diez años después, tenemos en la Iglesia, ¿corresponde de verdad a ló que así esperaba del Concilio el entusiasta Pontífice de su inauguración? Dentro de la Iglesia se encuentran y chocan las opiniones más dis– pares. El mismo sucesor inmediato de aquel Pontífice, nuestro Papa Pa– blo VI, tan pronto prorrumpe en alabanzas de la obra conciliar, como se lamenta de muchas cosas que ocurren en esta hora del Post-Concilio... De tales lamentaciones, seguramente ninguna tan desgarrada y tan espontánea como aquella del día de San Pedr-::> (29 de junio) de 1972: «Sentimos que hemos de contener la ola de profanidad, desacraliza– ción, secularización, que sube, que oprime, que quiere confundir y des– bordar el sentido religioso, e incluso hacerlo desaparecer... »Si nos preguntan qué es hoy la Iglesia, ¿se puede confrontar tran– quilamente su situación con las palabras que Pedro nos dejó como he– rencia y meditación? 11 , ¿podemos estar tranquilos? »Se creía que después del Concilio vendría un día de sol para la Iglesia. Lo que ha venido es un día de nubes_. de tempestad, de oscu– ridad, de búsqueda, de incertidumbres ... Predicamos el ecumenismo, y nos alejamos cada vez más los unos de los otros; vamos excavando abismos, en vez de colmarlos. »¿Cómo ha podido ocurrir esto? Os confiamos nuestro pensamiento: Ha intervenido un Poder, un poder adverso; digamos su nombre: el Demonio ... »Se diría que a través de alguna grieta ha entrado el humo de sata– nás en el templo de Dios. Hay dudas, incertidumbres, problemática, in– quietud, insatisfacción, confrontación. Ya no se confía en la Iglesia; se confía más en el primer profeta profano -que nos viene a hablar desde cualquier periódico o desde algún movimiento social-, para se– girlo y preguntarle... Ha entrado la duda en nuestras conciencias, y ha entrado a través de ventanas que debían estar abiertas a la luz... Ha venido la duda respecto a todo lo que existe, a todo lo que conocemos... » Todo esto era imprevisible aquella mañana de octubre de 1962, cuan– do en Roma sonaban festivamente las campanas de San Pedro y en Garabandal una niña preguntaba a la Virgen por el Concilio. 11 Se refiere a unas palabras de la primera epístola <le San Pedro (2, 9), que había citado al principio de su homilía y trataba de comentar.
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