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Se fue con prisas a la montc;.ña 451 hora de su debate en el aula conciliar, en la misma aula se Hegó a la decisión de... El día 24 de octubre de 1963, ya en la segu.n,da etapa del Concilio y dentro de los debates en torno a la constitución dogmática sobre la Iglesia, dos oradores sacuden el aula de sesiones con la cuestión de si debe dedicarse al tema de la Virgen todo un documento conciliar, propio y autónomo, o basta con dedicarle un capítulo de esa misma constitu– ción dogmática que se está discutiendo. La imprevista cuestión causa mucho impacto, y se debate vivamente, con desacostumbrada vehe– mencia... Cinco días más tarde, el día 29, viene la decisión mediante voto. Por escaso margen de mayoría queda decidido que no se hará un documento .conciliar para hablar sólo de la Virgen; lo que haya de decirse de Ella irá como un capítulo más dentro de la constitución dogmática sobre la Iglesia. Un año antes, en aquella madrugada de septiembre en Garabandal, de la que venimos hablando, bien pudo la Virgen hablar a Conchita de lo que se pensaba hacer en el Concilio, y tamb:én de lo que de hecho ocurriría. No habría más que un capítulo para Ella; pero aunque breve, sería sustancioso, y por consiguiente, buena base para una excelente enseñanza mariana. Quizá fue esto lo que hizo exclamar a la niña: ¡Qué bueno! Así te conocerán mejor, y estarás más contenta. Sin embargo, ha cundido en el ámbito católico una difusa impresión de que el Concilio ha señalado el comienzo de un cierto enfriamiento o merma en nuestros tradicionales entusiasmos marianos. ¿Responde tal impresión a la realidad? Son muchos los que lo afirman. ¿Se trata de una impresión sin fundamento? Es lo que sostienen otros. Y no fal– tan quienes dicen que tal enfriamiento o merma tenía que venir, y que ha llegado muy opqrtunamente. Nosotros debemos seguir con nuestra historia, y nos encontramos aún por unas fechas en que todo esto del Concilio no había entrado todavía en el terreno de los hechos; sólo era: para la Jerarquía, prepa– rativos y conjeturas; para los fieles, expectación. oraciones y esperanza. * * * A finales de septiembre y primeros de octubre de 1962, se cumplía más que nunca lo de «todos los caminos llevan a Roma». Todos los caminos, efectivamente, sentían el paso de obispos católicos que con parca compañía iban acudiendo a la llamada del sucesor de San Pedro. También el de Santander hubo de partir; pero antes, en fecha tan señalada como el 7 de octubre, fiesta del Santísimo Rosario, ponía su firma a una nueva nota sobre Garabandal, inspirada por la Comisión. Este era su texto: «La Comisión especial, que entiende en los hechos que vienen su– cediendo en la aldea de San Sebastián de Garabandal, se ratifica en sµs anteriores manifestaciones, juzgando que tales fenómenos carecen de todo signo de sobrenaturalidad y tienen una explicación de carácter natural. En consecuencia y en nuestro deseo de que nuestros diocesanos es– tén debidamente informados y todos cuantos tuvieren alguna relación

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